Martín Prieto

Epílogo o preámbulo

La Razón
La RazónLa Razón

Se han concedido varias autorías clásicas al comodín «Si me miro no soy nada, pero si me comparo...» Creo que fue San Agustín, pero da lo mismo en su redonda certeza. La adulación es devastadora para el político, pero en la comparación del sábado con antagonistas como Hernando, Iglesias, Rufián o Tarda, Mariano Rajoy es Cicerón pasado por Lincoln, llegado a Delano Roosevelt y hasta Churchill. El portavoz socialista ha de ser limosneado anímicamente porque es sacrificado acabar por entender la parte del «no es no» que abanderaba y, a la postre, sus camaradas le han arrojado a los leones. Una investidura en la que el PSOE perdió diez meses en elucubraciones mentales solo podía alumbrar la debilidad intelectual de nuestro populismo nacionalsocialista y de una nueva generación política tan envejecida que argumenta con un siglo de retraso. Iglesias se limitó a tildar de epilogal el naciente mandato, siendo estrambote cervantino: «Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miro al soslayo, fuese, y no hubo nada». Ni una palabra sobre los problemas nacionales. Le faltó pasar revista a los radicales de su callejera división «Das Reich» armada con una lata de cerveza, tres mecheros y treinta monedas. Se nota que no son lumpen. Lo de Rufián y Tarda es calificable como reyerta de taberna, y resulta desolador ver trepar a estos próceres al arengario. La renuncia de Pedro Sánchez, anunciando una peregrinación en su coche, como Sancho en su rucio, buscando a la Dulcinea socialista, entre hipos y moqueos, fue patética, provocó vergüenza ajena, amenazó con ahondar la división de su partido y se le nota que será inclemente tertuliano. Aunque nunca le ha citado, el espejo en que se ha mirado Sánchez durante su bienio gaseoso ha sido Jeremy Corbyn, líder del laborismo británico y gurú de aquel progresismo insular, rebelde ante la dirección del partido y encantador de todas las serpientes antisistema del Reino Unido. Ni ha tenido ni tiene otro modelo, incompatible con esta sociedad. Corbyn pervive abriéndose a todas las izquierdas por disparatadas que sean y en eso a Sánchez le lamió el plato Iglesias, el que todo lo aprendió en «Google», menos el cine, de lo que sí sabe. Lo entendible es el preámbulo de Rajoy: no se pasa una página; se abre otra etapa que será fructífera si el PSOE no toma venganza de las heridas autoinfligidas. Rajoy tiene ahora el botón de las elecciones anticipadas.