Religion

Grandes momentos

La Razón
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Que en una primera mirada pueden parecer pequeños. El viernes que la Iglesia celebra la Natividad de la Virgen María, Andalucía se llena de celebraciones que muchos pueblos hacen coincidir con sus ferias. Mi madre se llamaba Consuelo –hagamos caso al cardenal Amigo: se llama Consuelo–, por tanto, era día de celebración familiar. En el Puerto de Santa María he asistido muchas veces a la procesión de la Virgen de los Milagros. En Chipiona, desde la casa de Rocío Jurado he visto pasar a la Virgen de Regla. En varias palabras, que el día 8 de septiembre tiene para mí sabor a procesión y fiesta. La Virgen cumple años. A pocos kilómetros de mi casa se sitúa un bellísimo y antiguo convento franciscano, el de Nuestra Señora del Loreto. El espacio que hoy ocupa ya tuvo su historia en tiempo de los romanos y de los árabes, hasta que en el siglo XVI vuelve a manos cristianas. Ya en el siglo XVIII, se alza la hermosa capilla barroca, al tiempo que el convento, pegado a la torre medieval que sirvió de defensa. La hacienda, con sus vides y las bodegas que siguen ofreciendo el buen vino del Aljarafe. Justamente, la titular del lugar, la Virgen del Loreto, es la patrona del histórico aljarafe sevillano. Conocía perfectamente todo el conjunto, he asistido a bodas, he hecho mis largas caminatas, sobre todo en otoño, para terminar en misa algunos domingos. Pero nunca había asistido a la misa pontifical de la fiesta de la Virgen. Me enteré de que la oficiaba el cardenal Amigo, y no lo dudé. Llegué pronto para tener sitio en la iglesia. La tarde, deliciosa y fresquita. Liturgia magnífica como es habitual en cualquier ceremonia que oficie don Carlos Amigo. La homilía, un derroche de elocuencia. Todo el pueblo y todo el Aljarafe vestidos de domingo. La procesión recorre todos los viñedos, con su comitiva y la banda de la base aérea de Tablada tocando para una Reina. Antes de volver al templo, que estábamos de cumpleaños, castillo de fuegos artificiales. Una vez que la Señora volvió a su casa, todavía quedó tiempo para tomar unas cervecitas y unas tapitas y saludar a muchos amigos. En resumen, que lo que creí que iba a ser algo pequeñito, se convirtió en algo muy grande que disfruté intensamente y que apuntaré en mi libreta de actos imprescindibles en el año.