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Pedro Narváez

Hay que proteger a Superman

Hay que proteger a Superman
Hay que proteger a Supermanlarazon

En estos tiempos de miedo triunfan los cobardes porque el común se deja llevar por el río tembloroso de cualquier conversación y a poco que un líder disimule el acento trémulo ya parece el primo de Superman. Los españoles buscan la fórmula de la kriptonita y la tienen en una plaza de toros. Ya nos lo advierten los sabios: que el valiente no es el que menos miedo traga, sino el que mejor se enfrenta a sus demonios. Los toreros sí que son ejemplo de cómo la bestia, por muy negra que sea, puede ser reducida a un mal sueño. España, adormecida en sus males, adicta ya a la autocompasión y a la patología del desencanto, no ve todavía motivos para hacer de los toreros una especie protegida porque la nación misma no se ve capaz de entrar a matar su depresión y sus complejos. Cuando Cataluña prohibió los toros, firmó la primera cláusula de la declaración soberanista. Algunos matadores, como El Juli, se plantearon entonces enfrentarse al peor toro de sus vidas y se pusieron corbata para ir a la tribuna del Congreso donde consiguieron menos orejas que Ada Colau con una camiseta ajada y un verbo que merecería un escrache. Hay que demostrar a los héroes que no están solos y que la faena de El Juli, ya hoy don Julián, merece una rápida vuelta al ruedo de la cámara baja para que los toros sean Bien de Interés Cultural. No siempre tiene el vecino corriente la oportunidad de socorrer a Superman. En contra de lo políticamente correcto, agradezco a mi padre que me llevara a los toros con pantalón corto. De la plaza se sale con la idea de que el mundo no es un globo, dos globos, tres globos. Eso es lo que habría que cambiar: la infatilización de un debate que irrita a los hombres como El Juli, que dejó la niñez con quince años y once meses.