Julián Redondo

Haya paz

La Razón
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Cruyff votó a Laporta, como estaba previsto, y no entiende que un imputado pueda presidir el Barça. Aclara, por si alguien no lo sabía, que reprueba a Bartomeu, presidente desde los sondeos hasta el escrutinio para los próximos seis años, si algún juzgado no lo impide. Tampoco es partidario Johan de los pitos en el Camp Nou al Himno o al Rey Felipe VI y, sin embargo, no se despega de Laporta, quien, mezclado con el personal de la grada, silbaría alborozado como los demás, aunque no le parece correcto. Es la sempiterna contradicción del entorno azulgrana –el equipo de fútbol es otra cosa debido a su babélica composición–, mediatizado por los políticos e incapaz de desvincularse de aquello que más perjudica al club allende Cataluña: la política. Escribió Jardiel Poncela: «Si será mala la política que a la suegra se le llama mamá política». El sambenito, exagerado en el caso de las suegras y seguramente injusto en la mayoría de los casos, al Barcelona le sienta como un guante. Ese afán por inmiscuir al club en los asuntos de Estado no le beneficia. En su día, Miguel Cardenal,presidente del CSD, publicó una epístola para rebajar la tensión en torno a Bartomeu e incendió el gallinero. Movió el incensario para perdonar lo imperdonable y rebajar la presión sobre el presidente. Apostó fuerte por él, al verle rodeado de ingratos, incluso entre algunos de sus directivos, tan independentistas como los que le zurraban la badana en las redes sociales por, entre otras cosas, felicitar al Rey por su coronación... Bartomeu no pita al Himno y cuando las añagazas en el fichaje de Neymar le arrimaron al precipicio pidió árnica en Madrid, y apoyo institucional. «Barto», más cabal que montaraz, en su discurso tras la reelección habló de la independencia... del Barça: «Crecerá si lo mantenemos lejos de los poderes económicos, políticos y mediáticos».