Rosetta Forner

Indefensión

Está claro que el ébola ha venido para quedarse, lo cual conlleva la necesidad de desarrollar una estrategia para combatirlo en lugar de «tácticas» como se ha hecho hasta la fecha. Poner parches, ir a remolque de la situación, dejar que sea el virus el que lleve la voz cantante, es no plantarle cara al tema con contundencia. ¿Cómo puede ser, con la de años que hace que apareció, que sigamos sin tener una manera eficaz de combatirlo? ¿Cuestión de intereses? ¿Aún no hay suficiente número de muertos para que se investigue en serio y se halle un tratamiento eficaz? ¿No se quiere o no se puede? El miedo forma parte de las estrategias de «salir a perder». Sin embargo, es lógico que éste aflore cuando desconocemos el territorio que pisamos o el rostro del mal al que nos enfrentamos. El lado positivo del miedo se llama «prudencia, precaución». No sé si el ébola es un virus que escapó del averno o de un laboratorio cual Frankestein, pero se comporta como un monstruo sin piedad: ataca el centro neurálgico del ser humano minando sus defensas. ¿Facilita el miedo que un virus se haga fuerte en un organismo? Según estudios existentes sobre el factor psicosomático, sí. Se trata del poder de las creencias, de ahí las «profecías autocumplidas». El miedo mina las defensas a nivel psicoemocional y espiritual. La mente es tan poderosa que puede facilitar tanto el sanar como el enfermar, o dicho de otro modo, que el virus gane la batalla al bajarle la barrera defensiva o derrotarle con un puñetazo de energía defensiva-atacativa. ¿Qué papel puede haber jugado la confianza o plantarle cara al mal en esos casos de contagio por ébola en que la persona se ha curado o lo ha superado? No estaría de más analizar el factor psicológico y su contribución a la curación. Cuando se trata de combatir al mal, todo es válido y nada es suficiente. Mientras para el miedo la vacuna se llama fe, lamentablemente, contra el ébola aún no existe ninguna.