Enrique López

La aporía de la Unión Europea

La Razón
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Éste ha sido un fin de semana importante para el futuro de Europa tras haberse alcanzado un acuerdo entre la Unión y Gran Bretaña. Este acuerdo redefine sustancialmente el estatus de Gran Bretaña en el seno de la Unión, creando una auténtica excepción, por mucho que se pretenda hacer pasar como unos meros ajustes. No voy a analizar estos cambios, pero tienen que ver y mucho con una concepción global de la naturaleza y fines de la propia Unión Europea. Parece que sólo se ha tocado parte de la política de subvenciones, y algún derecho social con la creación del freno de emergencia, que permitirá a Gran Bretaña suspender el acceso de los inmigrantes europeos a determinados complementos salariales durante sus primeros años de trabajo en Reino Unido, así como poder ajustar al precio de la vida en el país de origen las ayudas por hijo que le correspondan al trabajador, si el menor no reside en Reino Unido. Pero más allá de todo esto, lo que subyace es una profunda división en la forma de entender el futuro de la Unión, entre el confederalismo francés y los mínimos de políticas comunes inglesas. Por ello ha llegado el momento de repensar la Unión Europea no tanto en su concepción global, ya definida en el tratado de Lisboa. No se trata de negar personalidad jurídica a la Unión Europa, ni de retroceder a un mero Consejo de la Unión, como una mera organización intergubernamental realmente querida por los británicos, sino de platearse el futuro de la misma y analizar si es posible o no a medio plazo la verdadera unión política, y aceptar que la única forma de mantenernos unidos es sobrevivir en un tercer genus entre ambas opciones. Jean Monet ya advirtió que Europa no se haría ni de una sola vez ni en una obra conjunta, sino a base de realizaciones concretas, y en eso estamos. Leibniz decía que Europa reunía las condiciones intelectuales, morales y políticas para una unión europea, y las sigue manteniendo sin lugar a dudas, más allá del ansia de la paz perpetua de Saint-Pierre. Estas ideas siguen siendo ejes de la construcción europea, pero quizá se debe plantear que la total unión política dista hoy en día mucho de ser posible, y quizá se corre el riesgo de comprometer el futuro de la Unión por la obsesión del federalismo; la obcecación por este modelo puede implosionar a la propia Unión ante situaciones difíciles como la actual (crisis del Estado de Bienestar, de los refugiados, Rusia, etc.). Por otro lado, también es el momento de que la propia Unión Europea, que tanto sacrificio ha exigido a países como España, comience a repensar el tamaño de su pantagruélica administración, que en muchos de sus empleos sólo sirve para dar satisfacciones personales a miles de funcionarios muy bien pagados, y con muy poco trabajo por el momento. No debemos olvidar que, como también decía Monnet, no se coaligan estados, sino que se une a personas, y por ello se debe pensar en los intereses de las personas, y no sólo en los de los Estados.