Pedro Narváez

La educación de Rivera

La Razón
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Llevar la educación por bandera en tiempos de galeones pirata no sólo es necesario. Aporta además ese plus de quien quiere transmitir que va a la raíz de todos los problemas sin andarse por las ramas del aldeanismo y esta zozobra agropunk que emana de los nuevos ayuntamientos en los que habría que pedir la titulación paleta de algunos alcaldes. La educación, a qué engañarnos, prestigia un programa electoral. En España la demagogia escribe con faltas de ortografía mentiras encadenadas que desembocan en una marea y en un uso interesado de la palabra «público» mientras el nuevo analfabetismo y el orgullo garrulo nos avergüenzan. Albert Rivera, el chico educado que abusa de colocarse bien los puños y los cuellos de las camisas, también tiene un plan para un pacto. Algunas de las propuestas están incluidas en la ahora denostada Lomce que el ministro Wert dejó atada con un lazo a su sucesor en el cargo. Al PP no se le ha permitido implantar su modelo. Ahora son las autonomías las que ponen cañones a la letra de la nueva norma, que va camino de ser, y esta vez no por fuego amigo, el nuevo aborto del Gobierno.

Cabría preguntarse, ya que se anhelan consensos, por qué el ciudadano Rivera apoya el boicot a la ley por la que lapidaron al ministro que quiso «españolizar» a los niños catalanes, absurda polémica que no era otra cosa que intentar que se estudie más o menos lo mismo en todas las comunidades, uno de los puntos que enarbola Rivera, el hombre que no puede ser sublime sin interrupción (Baudelaire dixit) sin caer ya en el sectarismo que abomina.