Cristina López Schlichting

La gallina cacarea

No olvidaré la sensación de fracaso cuando el PP abandonó la batalla por los derechos del no nacido. Una promesa electoral que fue –nunca mejor dicho– abortada por cobardía electoral. Las medidas aprobadas ayer constituyen un intento de tapar aquello. Dicho lo principal, no negaré que el Plan de Familia es positivo. Venimos de un feminismo viejo, para el que la maternidad es una rémora en la incorporación laboral de la mujer. «Mejor estériles que dependientes del marido», se decía; un planteamiento monstruoso que obligaba a elegir entre trabajo y embarazo. Por el contrario, todos tenemos que asumir cargas para que las mujeres puedan tener hijos, porque todos nos beneficiamos de ello. La reproducción se ha convertido en España en un acto heroico, cuando ha de ser la empresa la que facilite la conciliación, el presupuesto nacional el que apoye, el esfuerzo de todos el que haga que madres y padres se sientan orgullosos de su aportación al bien común. Cuando tuve tres hijos en tres años, alguien escribió en el corcho de la redacción de ABC –donde entonces trabajaba– «Cristina, la coneja». Fue muy duro tener tres cunas a los 27 años, más aún ser reportera a la vez, tremendamente duro empujar los carritos y escuchar a la gente musitar: «Pobre, mira como va» o a las vecinas espetarme: «¿Y Cuándo vas a hacerte un nudito?». Hoy tengo tres hijos magníficos y me muero de orgullo. Pero he de confesar que cuando he leído que tal vez tenga un 10 por 100 más de jubilación por haber parido como una coneja, me he sonreído de satisfacción. Por fin alguien reconoce que tener esos tres hijos fue también un servicio social. Si en lugar de haber escrito «coneja», hubiesen puesto “gallina”, hoy hubiese cacareado.