Elecciones autonómicas

La gran impostura

La Razón
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Mis capacidades son limitadas y no dan para admirar la incombustible trayectoria política de Patxi López, aunque sí para haber disfrutado de la amistad de su padre, el gran López Albizu, de la estirpe irrepetible de los Ramón Rubial o Nicolás Redondo Urbieta. Los nuevos socialistas no están huérfanos de espejos en los que inspirarse, pero ya se sabe que los buenos genomas no suelen mejorar en la herencia. Olvidando el centripetismo de Idoia Mendia respecto a su gestora, pase que apoye al PNV por tres carteras. Patxi ya gobernó Euskadi con el apoyo del PP a cambio de nada. Reformar el Estatuto vasco por sus pasos establecidos ni está bien ni está mal mientras no repita la tormentosa singladura del catalán. ¿Considerar Euskadi como nación, tal como Cataluña, y a España madre patria de naciones? Bueno; en peores garitas hizo guardia nuestra Historia. Por el mundo está Zululandia, antaño imperio y hoy provincia surafricana. Para victimismo, el de los armenios o kurdos, indiscutidas naciones dejadas de la mano de Dios. La Hurdes que se ensimismaron hasta ser redescubiertas por el doctor Marañón y Alfonso XIII tendrían títulos nacionales y hasta étnicos por su prolongada endogamia. Sin embargo, que Urkullu y Mendia abran una tenida para reflexionar sobre el «derecho a decidir» resulta tan útil como inaugurar un seminario sobre la moralidad de Nerón o Calígula, que alguna tendrían. Desde Sumeria a nuestros días ese derecho decisorio sólo existe en las profundidades de la selva amazónica. Es incompatible con el derecho natural, el positivo y hasta el consuetudinario. También podemos meditar sobre el infinito, y hasta usarlo en proyecciones matemáticas, pero seguirá siendo una abstracción mentalmente inasible. Tras el pensamiento único llegó el débil, hoy sustituido por la era de la posverdad en que la mercadotecnia goebbelsiana suple al razonamiento sobre lo que se observa. Si se pone en insistente circulación que el Sol gira en rededor de la Tierra, como creían nuestros ancestros, Copérnico puede regresar a su tumba. Todas las civilizaciones han concedido derechos a los individuos, a los territorios, a las naciones o estados, con limitaciones al libre albedrío que no puede salirse de la opaca intimidad neuronal de cada cerebro. Con derecho a decidir sería imposible hasta la más extremada utopía anarquista. ¿Cuál será la fuente intelectual de la que tantos de nuestros políticos han extraído ese gatuperio, esa irracional impostura que parece haber llegado para quedarse?