Francisco Marhuenda

La izquierda está muy irritada

Estoy desolado. Al ver el rostro triste e irritado de la izquierda política y mediática por el proceso de cambio que se está viviendo en Andalucía, siento un profundo desazón pensando en las decenas de miles de chupópteros que se han beneficiado de estos 36 años de hegemonía socialista. Era una satrapía al servicio de un partido, aunque con muy buenas retribuciones y con muy poquito esfuerzo a cambio de cobrar del erario público. Era una “oposición” por la jeta donde se sucedían las sagas familiares que contemplaban la administración pública como un botín al que tenían derecho gracias al sistema clientelar que habían organizado con una eficacia encomiable.

Durante estos años parecía que no podía producirse un cambio y que ese derecho de conquista les permitía hacer lo que les diera la gana. Esto iba acompañado de esa insufrible superioridad moral de la izquierda que puede ejercer el amiguismo sin límites mientras muchos periodistas aplaudían con fervor inusitado, porque no hay nada más justo que gobiernen los suyos. La administración andaluza se había transformado en un inmenso abrevadero donde los estómagos agradecidos podían encontrar un acomodo sin importar si su formación era suficiente para ejercer esas responsabilidades públicas. Lo único importante era el carné del partido. Los más listos conseguían, incluso, adquirir la condición de funcionarios gracias a los “milagros” que se sucedían año tras año. No entiendo por qué no aprobaron una ley de función pública que estableciera que el único requisito era ser militante del PSOE.

Los comentaristas hablaban ayer de las derechas y la ultraderecha, pero nunca les he oído decir las izquierdas, refiriéndose al PSOE, y la ultraizquierda o los antisistema, a Podemos. Ni siquiera se utiliza el término comunista, no sea que alguien se sienta ofendido por la verdad. Les guste o no, Andalucía votó por el cambio. Es cierto que es muy duro quedarse sin trabajo, pero no hay que olvidar que eran eventuales nombrados a dedo con el único mérito conocido de ser buenos y fieles militantes del socialismo andaluz. Por tanto, un cambio de gobierno comporta que unos se van y otros llegan. Lo hemos visto en el asalto inmisericorde del gobierno de España tras la moción de censura. ¿Por qué ahora la nueva mayoría no tiene derecho a enviar a sus casas a los chupópteros profesionales?

No lo tendrán fácil, porque muchos de ellos se han convertido en funcionarios o en personal laboral y se dedicarán a la demolición que es una actividad que la izquierda realiza con notable eficacia. Me recuerda lo que sucede en la novela Dune de Frank Herbert cuando la Casa de Atreides asume el control del planeta Arrakis y los Harkonnen dejan infinidad de trampas para impedirlo. Era una estrategia malvada diseñada por el pérfido emperador Shaddam IV. Los futuros presidente, Juanma Moreno, y vicepresidente, Juan Marín, lo tendrán muy difícil, porque los socialistas son malos perdedores y Susana Díaz será como el barón Harkonnen y Pedro Sánchez como el emperador Shaddam IV. Y lo peor es que dudo que sepan reaccionar. No levantarán las alfombras, que seguro no estarán muy limpias, porque el centro derecha español tiene muchos complejos y además le tiemblan las piernas ante los periodistas y los medios de comunicación de izquierdas. Lo hemos podido comprobar con el acoso de estos años al PP y la benevolencia que actualmente muestran con los escándalos que han afectado y afectan al gobierno de Sanchez I el Magnánimo.