Enrique López

La muerte ideológica

La Razón
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Cada vez se oye más que la era de las ideologías ha tocado fin, y que nos adentramos ante un entorno post-ideológico, de tal suerte que ya sólo nos queda el debate político. El problema radica en el reduccionismo de los que circunscriben los enfrenta-mientos ideológicos a los librados entre el capitalismo y el socialismo. Estos sostienen que como la guerra fría ha eliminado de la faz de la tierra al socialismo real, o eso creíamos, en la actualidad estamos viviendo un mundo regido por las leyes del mercado, y como consecuencia de ello, la culpa de todos los males las tiene el capitalismo. Por el contrario, otros vaticinaron una nueva época en la que una expansión ilimitada de los mercados y de los negocios, ya no basados en espacios físicos y finitos, sino en la red de comunicaciones que une el planeta, ese internet democratizador, así como otros avances de la ciencia y la tecnología, iban a acercar a la Humanidad al sueño de la prosperidad y paz permanentes. Pero hoy nos enfrentamos a una realidad en la que la prosperidad y la paz no están aseguradas, sino en riesgo y mucho. La vida no es tan idílica, y hoy estamos en una coyuntura en la que es imposible asegurar un mayor bienestar, e incluso el mantenimiento del actual. Ante ello, surge un nuevo marco para la lucha ideológica, esta vez, entre los pragmáticos que aceptan la realidad como es, y los utópicos que creen que otro mundo es posible, si bien todas las ideologías combinan realidad y utopía. El peligro está en que el pragmatismo algunos lo entienden reñido con la ideología, y los políticos que responden a este principio renuncian a sus ideologías, convirtiendo el pragmatismo en un medio y fin en sí mismo, ante lo cual los adversarios utópicos ganan la partida ideológica a base de populismo. No debemos temer a las ideologías, forman parte indispensable de la política, y el debate ideológico es tan importante como los actos electorales. Quien no toma conciencia de la ideología que lo mueve –o que lo inmoviliza– acaba siendo arrasado por los profesionales de la ideología, y sobre todo sometidos a los medios de comunicación. Muchos de los que defienden la muerte de las ideologías, lo que en el fondo quieren es imponer un pensamiento único, transformando su ideología en doctrina. La ideología es una construcción intelectual que necesita ser constantemente reelaborada para tratar de explicar los cambios que se producen en la historia de la humanidad. Cuando esta teoría alcanza éxito en la transformación de una sociedad, tiende a radicalizarse, que fue lo que ocurrió con la teoría marxista en la revolución rusa de 1917. El problema es que se creían superadas este tipo de revoluciones en un contexto moderno basado en estados sociales y democráticos de derecho, y precisamente el desistimiento en la lucha ideológica de principios y valores puede provocar la victoria de los que convierten su ideología en doctrina, que siempre tenderá a ser totalitaria. Decía Lenin que cuando falla la organización se suele echar la culpa a la ideología, siendo él un genio en ambos terrenos.