El desafío independentista

La Salle

La Razón
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He sido alumno de «La Salle», como lo fueron mi padre, mi mujer, mis hermanos, mis tíos, primos y la inmensa mayoría de mis allegados. Mi relación con los hermanos de las escuelas cristianas ha sido muy intensa, no sólo por mi condición de ex alumno, sino porque muchos parientes directos míos han sido miembros de esta institución religiosa. Mi familia ayudó a la extensión de los colegios de «La Salle» por Catalunya, y muchos de los hermanos serían asesinados en 1936 por los hoy considerados herederos de la revolución separatista. Siempre he sentido admiración y orgullo de la calidad de su docencia y de haber formado parte de la educación cristiana impartido en sus centros. Sin embargo, algo se está rompiendo en Catalunya y especialmente en el ámbito de la enseñanza. A raíz de los innumerables casos que se están conociendo sobre adoctrinamiento nacionalista en las escuelas catalanas y de incitación al odio, saltó la noticia de que en el colegio de «La Salle de la Seu d´Urgell» se sucedieron unos comentarios supremacistas hacia los españoles e insultos y vejaciones hacia el cuerpo de la Guardia Civil por parte de algunos maestros que trabajan en la escuela. A raíz de ello, unos padres sin miedo, decidieron denunciar al colegio por adoctrinamiento separatista y promoción del odio.

Lejos de pedir perdón o de reconocer que podrían existir malas praxis por parte de algunos profesores de la institución «venerable», se presentaron ante la puerta del juzgado de la Seu d´Urgell, 25 directores de las escuelas La Salle de toda Cataluña para apoyar a la directora del centro de La Salle imputada por insultos y acoso, para mostrar su rechazo al proceso judicial y en ningún caso condenar los graves delitos a los que se refiere el auto del juzgado, a raíz de las denuncias interpuestas por familias en las se acusa a la escuela de introducir en las aulas un relato político sobre el 1 de octubre y las cargas policiales.

El director de la Xarxa d’Obres Educatives en La Salle Catalunya, Jordi Jover, justificó la presencia corporativa de los directores: «Hemos venido a apoyar a la directora de la escuela y por extensión a toda la comunidad educativa de La Seu en este momento, al que nosotros no estamos habituados». «Nosotros estamos para dar clases, educar, para trabajar cada día, para trabajar por la paz, la solidaridad y la justicia y nada más, para que los alumnos sean felices yendo a la escuela». Ni una palabra de condena por los hechos o de solidaridad con los alumnos por parte de los directivos de La Salle, sólo el señalamiento hacia las familias «fascistas». En Catalunya cuando se señala, ya sabemos lo que significa.

Hace unos días el Obispo de Solsona, Xavier Novell, se adhería a la huelga salvaje que lideraba un asesino de «Terra Lliure», sentenciando en su homilía: «Lo que los políticos han perseguido con sus actos es legítimo, y no os confundáis sobre esta cuestión, los cristianos nos guiamos por lo que es justo y el encarcelamiento de los líderes catalanes no lo es». La semana pasada en la abadía de Montserrat, el monje Sergi d’Assís denunció en una homilía la represión que está sufriendo Cataluña por la convocatoria del referéndum de independencia del 1 de octubre y el «menosprecio» del Gobierno a las instituciones catalanas por esta cuestión: «En Cataluña se han amenazado y en algunos casos vulnerado derechos fundamentales».

No son pastores. Son lobos supremacistas.