Enrique López

Licinio y Cataluña

La Razón
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Hoy 2 de enero se celebran varios santorales y entre ellos el de San Argeo, uno de los tres hermanos perseguidos por el emperador Licinio, como consecuencia de haberse negado a hacer sacrificios para los dioses paganos. Se da la circunstancia de que Licinio fue el último emperador en perseguir a los cristianos, imponiéndole Constantino la exigencia de la libertad de culto; tiene que ser muy dramático ser el último en no reconocer la razón y la justicia, y pasar a la historia por mantener ilegales causas. Estamos en el inicio de un año nuevo en el que España se enfrenta a unos de sus principales problemas el secesionismo, algo que debería cuestionar muchos planteamientos políticos basados en el buenismo, en la indolencia, y sobre todo en la falta de responsabilidad en el compromiso respecto al bien común de nuestro país. España al igual que por ejemplo Francia, es una de esas viejas naciones europeas que han jugado un papel protagónico en la conformación europea; mas nuestro país siempre ha sido un país de pueblos, inicialmente reinos, y precisamente nuestra diversidad es uno de nuestras fortalezas que cuando se utiliza en sentido inverso, se convierte en una de nuestras debilidades, y así está aconteciendo en Cataluña en los últimos años, donde algunos han pasado de la exigencia de mas autogobierno y respeto a su identidad, ya conseguidas, a la más cruda y burda exigencia de independencia. Pero lo peor ante este fatal desafío, es que algunos ven en una reforma constitucional la solución al problema catalán, tan bien definido hace muchos años por el maestro Ortega, y ante ello ponen énfasis en esta necesidad de revisar el texto constitucional, como si la palabra reforma por si misma tuviera algún efecto taumatúrgico; apuntan a la federalización de nuestro Estado sin definir cuál es la concreta reforma respecto a la soberanía popular o al concepto de Nación sobrepuesta al de nacionalidades; otros proponen el fomento de relaciones políticas bilaterales entre el Estado y Cataluña, concediéndole un estatuto diferente al resto de las Comunidades Autónomas, al que sin lugar a dudas se uniría el País Vasco y de forma automática alguna otras comunidades autónomas. Y la cuestión es, si incluso estos difíciles y nada estudiados escenarios aplacarían las ansias independentistas de algunos, mucho me temo que no. No entiendo como una solución que no satisface a los que cuestionan la esencia de nuestro Estado puede alterar un pacto común entre la inmensa mayoría de españoles, y ello sin algún pronóstico de éxito, como se vaticinó respecto al Estatuto de Cataluña de 2006, a pesar del empeño de algunos. Ante una situación de coacción y de expreso intento de desobediencia al orden constitucional no cabe reformar nada, no se puede ceder a la presión ilegal; solo cuando cese este intento y se recobre la normalidad institucional se puede comenzar a estudiar la reforma de nuestra Carta Magna. Ante este ilegal intento de desbordamiento institucional solo cabe lo que se está haciendo, la respuesta legal a cada uno de los ilegales actos que se perpetren y nada más. Frente a la coacción ley, institucionalidad y defensa del bien común.