Pedro Narváez

Los 400 hijos de Companys

La Razón
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En España, a poco que escampe se saca a pasear a un muerto. También en Cataluña. Companys es un fantasma que recorre Barcelona con fuego de antorchas y nazarenos convertidos a la religión del independentismo. La procesión no va por dentro, sino que gusta del exhibicionismo del dolor y la liturgia masoquista. De poco sirve que convencidos de la causa como Enric Vila desguace el mito para ofrecerlo en carne mortal a los comulgantes. Sostiene Vila que la imagen de Companys fue santificada y que su tendencia fue buscar en las masas la aprobación social y la estabilidad que no encontró en su vida. Companys, como casi todos, sólo buscaba que le quisieran aunque fuera una amante compartida por otro republicano que le hiciera pasar el trago de los insultos que le espetaba en público su señora. Cuando toca jugar con la canina que un difunto ha legado a la historia se está a un paso de que Colau y sus acólitos del extremo analfabetismo declaren el estado de genocidio para que los indígenas de Reus encuentren a un colonizador con el que conjurar su ira, temerosos de que acaben como el negro de Bañolas, arqueología de la metrópoli. La santa compaña salió ayer a cobrarse unas piezas vía Telediario por si no tenían ya más minutos que Gran Hermano o la supuesta madre biológica de Chabelita. Cuatrocientos alcaldes rodearon a Artur Mas en nombre de aquel que apodaban Pajarito por su voz aflautada y su picoteo en las fronteras de la politica, del republicanismo al anarquismo y que no soportó sobrevivir a las carnicerías de la lucha obrera en Barcelona. Artur Mas, con nuestra impagable ayuda, se está cortando un modelo de mito que será difícil desmontar, que los suyos reconozcan que el rey va desnudo. Los hombres pasan a la historia si logran cruzar un río pedregoso aunque se ahoguen en la orilla. Mas continúa nadando mientras la mayoría de españoles ya han guardado el traje de año hasta la próxima temporada que se abre el 20 de diciembre, cuando nos tocará mojarnos bajo cero como en esas imágenes de rusos que llegan cada Navidad mientras nos arropa una mantita en el sofá. No desdeñemos pues las artes del todavía president, el hombre que tiene menos que perder de todo el orbe conocido, capaz de aliarse con un teleñeco que hable catalán o un caganet electoral. A los soberanistas les une una procesión, pero en este fondo sur de laicismo constitucionalista todo nos separa, como cantaría Auserón, a la sombra de tribus ocultas cerca del río que buscan desintegrar España para luego quedársela no se sabe muy bien para qué. Los 400 alcaldes fueron penitentes en un cadalso imaginario. Todo es mentira. Juntos por el Sí no hará una declaración unilateral de independencia, sino una «declaracion de intenciones» que dejará tomar el turrón a los miembros del Tribunal Constitucional. Aquí ladramos y ellos siguen cabalgando.