Partidos Políticos

Mucho arroz

La Razón
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En algunos sectores de la población, especialmente entre las capas medias profesionales de las zonas urbanas, está calando la idea de que la formación que lidera el Sr. Rivera pertenece ideológicamente a la derecha reformista. Es decir, no tienen duda de que es un partido conservador, pero moderado y práctico, con lo que les atribuyen más eficacia en la gestión que a la izquierda, pero más limpieza en materia de corrupción que al Partido Popular.

Muchos antiguos votantes del PSOE también han iniciado su viaje hacia el partido del Sr. Rivera por diversas razones, desde la preocupación por la cuestión catalana, la identificación con el líder de la formación naranja con una mayor solvencia o la percepción de que Ciudadanos es un partido «centrista» y no de derecha política, cuestión a la que contribuyó el acuerdo de investidura que protagonizó el PSOE con ellos en febrero de 2016. Sin embargo, el Sr. Rivera ni es tan eficaz, ni tiene tanta visión de Estado como algunos le quieren atribuir.

A la primera oportunidad que tuvo de anteponer los intereses de país a los de su partido, prefirió no hacerlo. Renunció a intentar formar gobierno en Cataluña, a pesar de haber ganado las elecciones, dando lugar a la situación actual: el debate no es sobre si el independentismo respeta o no la voluntad de las urnas, sino sobre si el Sr. Puigdemont será investido o el «malvado Estado de Derecho» se saldrá con la suya.

Un atracón de éxito siempre es difícilmente digerible. Por eso, el Sr. Rivera, que ve al alcance de su mano los jardines de la Moncloa, se equivoca envistiendo contra los demás a la menor oportunidad. Sus formas son moderadas, pero sus palabras van cargadas de un daño que debilita lo que declara defender, el orden constitucional.

Algunos interpretan la crítica que ha vertido Ciudadanos sobre la estrategia del Gobierno para impedir que el Sr. Puigdemont sea el próximo presidente de la Generalitat a un enfado porque el Sr. Rajoy haya hablado y consensuado la decisión con el PSOE y no con Ciudadanos.

Sin embargo, lo que hay detrás es otra cosa. La paciencia y el autocontrol son las cualidades más difíciles en el ejercicio de la política. Cuando fallan estas dos virtudes, el acto reflejo es un ataque al rival que hay que desgastar. Ésa es la motivación que esconden las declaraciones del Sr. Rivera cuando afirma que «si el Gobierno se equivoca, tendrá que dar explicaciones».

La lectura que han hecho muchos independentistas, y otros que no lo son, es que existe una fisura en el bloque constitucionalista.

La intención del Sr. Rivera no era dar imagen de división entre los que defienden la Constitución, sino ganar unos cuantos cuerpos de ventaja al PP y al PSOE, que es el apoyo fundamental del Gobierno en este asunto.

Ciudadanos debería recordar que la fuerza parlamentaria que lidera la oposición es el Partido Socialista, a bastantes escaños de ellos, y que el Gobierno está obligado a entenderse con el más votado en las urnas, no con el que haya ganado la última encuesta.

Si realmente le importa la unidad del Estado español, deberían priorizar dos cosas sobre la ambición de su líder: la primera, que a uno no le corresponde siempre ser el niño en el bautizo, la novia en la boda o el muerto en el entierro. La segunda, que cuando lo que está en juego es el bien común, a veces a uno le toca perder, o sencillamente no ganar.

No extraña que a muchos españoles les preocupa el futuro de España, porque ven mucho arroz y poco pollo.