Patrimonio

Mucho más que un santo

La Razón
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Fernando III de Castilla, desde hace justo ochocientos años, y de León, desde un poco después, merece la devoción de los católicos desde su canonización en el siglo XVII. Hoy se celebra su festividad y la capital de Andalucía presume de su patronazgo con la exhibición del cuerpo incorrupto de quien fue, antes que santo, su reconquistador para la Cristiandad. El padre de Alfonso X, rey y sabio, sería también venerado como uno de los padres de la nación, creencias religiosas aparte, si España fuese un país normal. Pero no. Los adoradores de la babucha repudian el carácter belicoso del monarca, pero no explican cómo habría podido expulsar al invasor moro del solar patrio sin el recurso a las armas, que siempre es enojoso pero que muchas veces es indispensable. El Ayuntamiento de Sevilla, también cuando lo gobernaba el muy pío Juan Ignacio Zoido, juega con el festivo, como si el obligado homenaje a su convecino más ilustre fuese un complemento de quita y pon. Este año toca descansar, ha vuelto a acertar el alcalde Espadas (PSOE), y también toca escuchar los lamentos quejumbrosos de una izquierda que confunde el culo de la negación de la historia con las témporas de la laicidad. En la Francia inventora del estado aconfesional, se recuerda la hazaña libertadora de Carlos Martel en los espacios públicos y eclesiásticos. Pese a que ni siquiera es beato, la iglesia de Santa Radegunda de Poitiers da testimonio de su hazaña sin que la numerosa comunidad musulmana de la Aquitania se ofenda por ello. Supone un insulto a las propias raíces este complejo en reivindicar a los prohombres que trazaron la trayectoria que nos ha permitido llegar hasta aquí, justamente hasta el único espacio de (razonable) libertad que se disfruta en un mundo plagado de teócratas y tiranos.