Iñaki Zaragüeta

Proceso participativo, ¡toma ya!

No sé por qué, pero al leer que los reclusos de la cárcel de Lérida –la Generalitat de Cataluña tiene las competencias de prisiones– han trabajado contra reloj para elaborar seis-millones-seis, como se anuncian las corridas de toros prohibidas por el Govern, de papeletas y urnas correspondientes para realizar el «proceso participativo» del 9 de noviembre, me ha venido a la cabeza la construcción del Valle de los Caídos por presos de la Guerra Civil española. Sé que no admite comparación pero, como me vino, lo expreso. Y no hay más.

Eso sí, se las trae el nombrecito que Artur Mas y sus asesores han inventado: «Proceso participativo». Si llegan a pensarlo antes, la Real Academia de la Lengua lo hubiera incorporado a su nuevo diccionario. Ni consulta, ni referéndum, ni sufragio, ni plebiscito. «Proceso participativo», ¡toma ya! Parece un juego de niños. Como cuando, con pocos años de edad, se tapan los ojos y los pequeños se preguntan: ¿a que no me ves?

Una pantomima para, después, convocar elecciones a las que, de nuevo haciendo trampas en su solitario, calificarán, Mas y sus cuates, de plebiscitarias. Como si así se convirtieran en legales, constitucionales y de obligado cumplimiento.

El presidente catalán puede cosechar la nada, pero reconozco que ha montado un patín de proporciones inadmisibles y provocado un problema político de extraordinaria dimensión para la sociedad española, del que por supuesto no se libran los catalanes ni su economía. Es verdad que los pueblos son soberanos en las democracias, También es real, así lo atestigua la Historia, que en ocasiones los pueblos se equivocan. Gandhi dijo que «nuestra acción debe consistir en ayudar de todas las maneras posibles a las autoridades a restablecer la legalidad». Así es la vida.