Toros

Sevilla

Respeto para un torero

La Razón
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A cambio de casi un centenar euros y una sesión de tortura en los incomodísimos tendidos maestrantes, pues los toros son un espectáculo caro para quienes abominamos del gañote, presenció este opinante la despedida de los ruedos, teatral extirpación de coleta incluida, de Francisco Rivera Ordóñez. Respeto. No ha alcanzado a su padre en excelencia, ni mucho menos a su abuelo en virtuosismo, pero ha llevado con gran dignidad el peso de dos apellidos colosales durante veinte temporadas y más de mil corridas en España, América y Francia. Son cifras apabullantes que no responden, desde luego, a un capricho de estrellita del cuché, como le reprochan sus detractores. No se matan por pose dos millares de toros y eso lo saben mejor que nadie los aficionados roñosos que le negaron el reconocimiento incluso en la tarde de su adiós. Es verdad que el bravísimo cuarto que echó Daniel Ruiz al albero hubiese merecido una faena más redonda, de las que era capaz de cuajar en sus inicios, pero hace tiempo que el rebautizado como Paquirri no está en condiciones de rivalizar con los primeros del escalafón. Y por eso se va sin estirar el chicle de la decadencia, que tan rentable ha sido para otros. Respeto. El dinero y el linaje fabrican toreros, como estamos hartos de ver en estos tiempos de nepotismo y ponedores; pero no se regala el estatus de figura durante dos decenios de triunfos (y fracasos) en las principales plazas del mundo. También ha pagado su correspondiente tributo de sangre, con alguna cogida que estuvo a punto de llevárselo al otro barrio. El libro de los gustos sigue en blanco, así que no se puede obligar a nadie a ser partidario del torero Paquirri ni a reírle las gracias al personaje Francisco Rivera Ordóñez. Pero los dos, o sea, él merece respeto.