María José Navarro

Seguridad

La Razón
La RazónLa Razón

Vaya por delante que a servidora, el clásico, lo que viene siendo Madrid-Barça, le hace la misma ilusión que cavar viñas, ser arrastrada por dos caballos enajenados y comer champiñón de lata, o sea, ninguna. Pero en esta oportunidad he quedado fascinada por el dispositivo policial desplegado para la ocasión. Es verdad que el viernes de la semana pasada pudo pasar una desgracia en un campo de fútbol en París y que es comprensible, por lo tanto, que se piense en un estadio como uno de los objetivos terroristas de moda. Es verdad que los tíos que intentaron entrar cargados con cinturones explosivos estaban, están, iban, van, dispuestos a todo. Es verdad que la alerta, lejos de disminuir, crece por instantes. Se nos cuenta que hay países que esperan que de un momento a otro ocurra una tragedia, que creen que estos locos pueden atacar el metro, los transportes, cualquier sitio por donde circule un buen número de seres humanos. Es verdad, además, que desde Francia nos cuentan que los terroristas podrían usar armas químicas y bacteriológicas, cosa que ya verdaderamente vendría a rematar la faena. Es verdad todo eso y seguramente más. Pero el despliegue de seguridad del clásico me llama muchísimo la atención. Mil cien policías y mil cuatrocientos vigilantes de seguridad, y controles a la entrada como si fuera un aeropuerto. Consejos para entrar con mucho tiempo de anticipación, recomendaciones de no portar mochilas ni bolsos. Y yo me pregunto, hasta la semana pasada, ¿nadie se había dado cuenta de que esto podía pasar? ¿Podremos acostumbrarnos a que, a partir de ahora, un partido declarado de alto riesgo sea algo más que quitarle el tapón de la botella de agua a nuestro niño? O como decía el otro día en el «Marca» una lectora que es socia del Espanyol : «Y en nuestro encuentro contra el Málaga, ¿es que no merecemos la misma seguridad?»