Rosetta Forner

Sólo soy un niño

La Razón
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¿Qué hacen los niños siete horas en clase si luego necesitan tres más en casa para hacer deberes? Con deberes y otras «actividades extraescolares», ¿cuándo tienen ocasión para contar nubes y dejar volar su imaginación? Necesitan tiempo libre para jugar, divertirse y ser niños. Estudiar y ser aplicado no está reñido con libertad. Si a temprana edad ya están estresados y sus psiques se acostumbran a lanzar SOS (dolor de espalda, problemas gastrointestinales, cansancio...), ¿qué no les pasará cuando sean adultos? Si ya, en la infancia, se comportan como «adultos», ¿de qué tipo de recursos psicológicos dispondrán cuando lleguen a la adultez? Esta suerte de «esclavitud» no traerá nada bueno: los adultos que no saben desconectar del trabajo ni se permiten disfrutar de la vida acaban por enfermar, y descansan a la fuerza.

Este tipo de prácticas «secta» genera una sociedad «esclava», insatisfecha, fácilmente manipulable e incapaz de relacionarse con su genialidad. Ya hay niños que andan tan estresados, desmotivados y cabizbajos como sus padres. La motivación por el esfuerzo y el estudio no debe ser a expensas de la libertad. Juego y diversión estimulan las neuronas, relajan el ánimo y hacen que el cerebro funcione mejor. Si nos secuestran la infancia, ¿qué nos queda? Para llegar a ser un adulto psicológicamente sano la infancia debe ser un tesoro, no un trauma.