Nacho Villa

Un fortín demoledor

En una semana de tristeza por el adiós a Europa, rozando la épica; en la que los rumores de futuro sobre plantilla y entrenador eson constantes, y con la Copa del Rey como el objetivo de la temporada, quiero quedarme con algo que no debería pasar desapercibido y tendría que convertirse en lo habitual: el miedo escénico del Bernabeu.

El comportamiento de la afición en la semifinales de la Liga de Campeones ha sido ejemplar, su empuje y su ánimo constante fue parte de la clave del éxito. Sin esos ánimos hubiera sido imposible rozar el milagro.

Pues bien, esa actitud de la afición debería ser lo habitual. Convertirse en el ambiente que llevara en volandas al Madrid en cualquier partido de Liga, en cualquier eliminatoria europea o partido de la Copa del Rey. La afición madridista tiene que recuperar el campo blanco en un estadio imposible de asaltar por sus cánticos, por sus ánimos y por su incansable apoyo al equipo por encima de carros y carretas.

La misión es clara: evitar que las gradas sean corrillos de manías, con filias y con fobias; y reconvertir a la afición en un apoyo de tal calibre que quien visite el Bernabeu sepa que es un estadio insalvable y que quien entra allí obligatoriamente sale derrotado. Derrotado por el buen juego del Madrid; pero derrotado también por un público exigente y volcado con los blancos que hacen de un día malo, un día lleno de garra y de fuerza. Es la vuelta al histórico miedo escénico.