Julián Redondo

Un laberinto

La Razón
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La historia de amor entre De Gea y el Real Madrid no es reciente. Hay que remontarse a la primavera de 2011 para descubrir los primeros escarceos. El romance es añejo. El Atlético necesitaba liquidez, rechazó los requiebros del vecino y mandó a De Gea y a Kun Agüero a Mánchester, al portero al United y al delantero al City. Creyeron que sus destinos inmediatos convergerían en el Bernabéu y Cupido los desvió. Al Kun le siguen añorando, con David han mantenido el suspense hasta el último minuto. Un sinvivir. Cuando De Gea y el Madrid se juraron amor eterno no pensaron que a Van Gaal le iba a doler la relación más que unos cuernos. El United, en segundo plano, procuró mantenerse digno porque ya son varias batallas las que ha perdido con el Real, o no. Cobrar 96 millones por Cristiano no es moco de pavo. Mortifica más que el trasvase de Di María saliera rana. Glazer invirtió una fortuna en un fracaso clausurado con 20 millones en pérdidas por una temporada.

Con estas heridas aún sangrantes, la negociación ha sido un caos en el que de nuevo el Manchester llevaba las peores cartas; pero como la venganza es plato que se sirve frío, ha

demorado tanto la entrega de los documentos que la operación se congeló hasta el año que viene. El Madrid se aseguró la contratación del meta al firmar con él una cláusula de penalización de cinco millones de euros que continúa vigente. Hay compromiso con el jugador y, a no ser que Tebas obre un milagro o abra la mano, por esa suma será del Madrid, pero en 2016, con una ficha sensiblemente superior a los 4,5 netos que iba a cobrar. El ahorro es considerable y la boda, el laberinto del fauno.

Julián