Rosetta Forner

Vías de escape

La Razón
La RazónLa Razón

Ya llegó el super puente del 12 de octubre. Se esperan más de seis millones de desplazamientos. El coche se convierte en protagonista y los accidentes, desgraciadamente, también. No todos los que conducen un coche son «conductores». Los hay que son «volantadores», esto es, sólo manejan el volante del vehículo pero no lo conducen.

«Conducir» ofrece una metáfora de cómo nos conducimos por la vida, por lo que coche y carretera se convierten en pantallas donde se muestra el contenido del inconsciente. Las frustraciones, las capacidades, las incompetencias, los temas irresueltos, el estado actual de nuestra vida... aparecen meridianamente claro aunque no seamos conscientes de ello o no lo queramos aceptar. El otro día, de camino a un programa al que iba como tertuliana («Déjate de historias tv»), me perdí. Casi llego tarde. El plató estaba donde Jesús perdió las alpargatas... En lugar de desesperarme, me recordé a mí misma que he conducido en las autopistas de siete carriles de Los Ángeles y en otros lugares...Y, en todos ellos, logré llegar a mi destino. Así que, me apliqué la filosofía: «Si otro puede, tú también». Llegar, llegué, eso sí, guiada por un taxista que tuvo a bien ejercer de ángel guiador. El perderme me sucede porque no llevo «TomTom»: Me gusta explorar el mundo y confío en mi «brújula interior» –ello es una muestra de cómo soy en mi inconsciente–. Lo mismo es una muestra de la impaciencia que, a algunas personas, les impele a darle al claxon en cuanto te paras un segundo –la impaciencia es una conducta resultante del mal manejo de la frustración–. La persona que conduce bien un coche hace lo propio con su vida, y viceversa. Por consiguiente, de tener que contratar a alguien no estaría de más averiguar cómo conduce. No me gusta ir de viaje con nadie sin saber cómo está su coche ni cuál es su perfil psicológico o su estado emocional: ¿volantador o conductor?