Tribuna

Cómo la izquierda radical fomenta el populismo de derechas

Tanto en EEUU como España la izquierda aspira a convertir a los inmigrantes en futuros votantes

La proliferación del populismo de derechas e izquierdas tiene muchas causas. La ilusión de que la democracia y la economía social o liberal de mercado se extenderían después del final de la Guerra Fría fue un espejismo. La aceleración tecnológica y su impacto sobre el mercado de trabajo, el cambio climático, las pandemias, el crecimiento de las desigualdades entre y dentro de los países, el terrorismo y el auge de las potencias emergentes son algunos de los retos más complicados para nuestras sociedades. Ante un mundo tan inquietante, parte de la población se siente atraída por políticos que prometen recetas sencillas para imponer orden y generar prosperidad. El populismo cuaja más fácilmente en países con poca tradición democrática. Además de las dictaduras china y rusa encabezadas por Xi Jinping y Vladimir Putin, en muchas potencias emergentes gobiernan personajes elegidos en comicios sin suficiente o ninguna libertad, como en la Turquía de Erdogan. Otros ganan elecciones, pero no tienen ningún interés en superar los retos de sus economías: Lula en Brasil, Cyril Ramaphosa en Sudáfrica, Narendra Modi en la India o Alberto Fernández en Argentina.

Cómo la izquierda radical fomenta el populismo de derechas
Cómo la izquierda radical fomenta el populismo de derechasBarrio

El populismo se ha extendido a los países desarrollados. La última ola de populismo de derechas se inició en el Reino Unido con el referéndum del Brexit de 2016. Se está enraizando en parte del partido Republicano desde la victoria de Donald Trump el mismo año. Se ha mantenido en Hungría con el Fidesz de Viktor Orbán y en Polonia con el PiS. El populismo de izquierdas se ha impuesto en gran parte de América Latina. Los gobiernos del presidente Pedro Sánchez desde 2018 también son exponentes del radicalismo de izquierdas. El populismo de derechas promete orden y crecimiento económico mediante la expulsión de inmigrantes y métodos cuestionables en la lucha contra la criminalidad. El de izquierdas asegura justicia social y múltiples subvenciones castigando a los motores de la economía de mercado.

Un fenómeno menos estudiado es cómo el radicalismo de izquierdas atiza el de derechas. La izquierda ha gobernado en España desde 2018 en parte porque suficientes partidos –además de la coalición formada por el PSOE y Podemos Unidas– han respaldado una agenda radical con tres pilares: el abuso del estado del bienestar por parte de la inmigración ilegal; la lucha contra el cambio climático convertida en cruzada contra derechos básicos; y la «tribalización» de la sociedad en nombre de la diversidad y los derechos de la comunidad LGBT. Tanto en EEUU como España la izquierda aspira a convertir a los inmigrantes en futuros votantes. Por ello les facilita la obtención de permisos de trabajo y residencia saltándose parte de la legislación vigente. Pretende que la sociedad absorba inmigración de baja cualificación en una magnitud que desborda los sistemas de prestación sociales. Se conceden ayudas demasiado generosas y reagrupación familiar. Necesitamos una inmigración regulada y no el «papeles para todos».

Desde 1997 las democracias con el protocolo de Kyoto están haciendo sacrificios considerables para frenar y mitigar el cambio climático. Sus fábricas, empresas, sistemas de transporte y energéticos han reducido sustancialmente las emisiones de gases invernadero. China y otras potencias emergentes no realizan esfuerzos comparables. Nuestras empresas no pueden perder más competitividad porque se fuerza la agenda medioambiental. No se puede librar una guerra contra el automóvil. Cuando los políticos vayan en bicicleta, vuelen en clase turista, se compren sus vehículos eléctricos y reduzcan al mínimo sus escoltas y coches oficiales podrán exigir más sacrificios a la población. Alemania ha cerrado sus centrales nucleares, pero vuelve a utilizar carbón. En España, el 75% de la energía que consumimos procede de fuentes no renovables. La tecnología para almacenar y transmitir energía renovable aún no existe. El gas natural y las centrales nucleares son imprescindibles para acometer una transición realista a una economía sin carbono.

Se respeta el derecho de la comunidad LGBT a llevar vidas alternativas en el ámbito privado. Pero la agenda LGBT radical ha impuesto tratamientos hormonales para adolescentes y cambios de sexo para menores de edad. Colegios denuncian a padres que niegan cambios de sexo a sus hijos ¿Quién financiará los múltiples aseos en restaurantes, aeropuertos y lugares públicos, pasaportes con múltiples géneros y similares despropósitos?

La gestión del presidente Pedro Sánchez ha sido pésima. España lidera la UE con un 12,8% de desempleo. El déficit público de 4,8% (finales 2022) y la deuda pública de 115% del PIB exigirán recortes al próximo gobierno. Para minimizar la derrota del PSOE el 23 de julio, recurre al trillado discurso sobre la amenaza de la supuesta ultraderecha. Sus aliados mediáticos utilizan un doble lenguaje. Unidas Podemos incluye al Partido Comunista de España. Pero para ellos es «la izquierda de la izquierda». Son la ultraizquierda y comunistas. En cambio, Vox es la «ultraderecha» o epítetos peores. Alberto Núñez Feijóo aspira a que el PP tenga suficientes diputados para gobernar en solitario con apoyos parlamentarios. Pidió a Sánchez que se respete la lista más votada a nivel estatal y autonómico, petición denegada por el líder del PSOE. La izquierda radical es la responsable del triste sectarismo en la política española.

Dr. Alexandre Muns Rubiol.Profesor, EAE Business School.