Al portador
La Constitución y sus enemigos
«Armengol, dicen, abre un portillo al referéndum, con un Iglesias que ya complica la vida a Sánchez, pero no lo dejará caer»
Adolfo Suárez (1932-2014) volvió a ser olvidado ayer en los fastos de una celebración, algo mustia y tensa, de la Constitución de 1978, pero sus palabras todavía resuenan por el salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados y algunas de sus señorías, aunque pocas, afirman escucharlas de vez en cuando: «El diálogo es el instrumento válido para todo acuerdo pero en él hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores». La Constitución, alumbrada en tiempos de Suárez, es la mejor que ha habido nunca en España y ha propiciado, con todos sus defectos, el mayor bienestar, económico y social, que ha disfrutado este país en toda su historia. Nunca como ahora tantos españoles han vivido mejor, a pesar de ciertos apuros, penalidades y dificultades para llegar a fin de mes. La Constitución actual no es perfecta y podría y quizá debería ser reformada y actualizada, pero solo si existe un gran acuerdo entre fuerzas políticas que representen a la inmensa mayoría del país, algo que ahora parece imposible. Una reforma de parte sería la mejor receta para el desastre nacional, que quizá es lo que persiguen algunos, desde Puigdemont a otros «indepes», sin olvidar extremistas como Abascal, Yolanda Díaz o el mismo Pablo Iglesias, mientras Francina Armengol, presidenta del Congreso, a gazapo por discurso, pronuncia palabras que permiten a algunos interpretar que abre un portillo a un referéndum. El sueño de «indepes» y de otros que quieren liquidar la Constitución del 78, aunque gracias a ella ha llegado a donde nunca soñaron y les facilita hacerlo. Son los enemigos de la Constitución y también, en interpretación popperiana, de la actual todavía sociedad abierta española. Todos los que denigran, porque es así, la Constitución del 78 lo pueden hacer –y han prosperado– gracias a esa norma, fruto de un acuerdo generoso, que nadie cree posible repetir ahora, con un Iglesias al fondo, tan telonero incómodo como necesario para el Gobierno y que hará sudar a Sánchez, pero tampoco lo dejará caer. Mientras, el inquilino de La Moncloa, cumpla o no cumpla luego porque eso no le importa, quizá «ofrece lo que no puede entregar», como decía Suárez.
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