Sin Perdón

7-O: Un crimen de guerra con motivación genocida

«Ante un ataque de esa magnitud, ningún Estado democrático podría

-ni debería- permanecer impasible»

Hace dos años, el gobierno de Gaza controlado por Hamás emprendió una brutal y criminal acción bélica contra Israel. Fue una operación de naturaleza genocida en su motivación, ya que las víctimas fueron asesinadas por ser judíos, y constituyó un crimen de guerra de dimensiones históricas. No fue un atentado terrorista aislado, sino una declaración de guerra. Las Brigadas al-Qassam, brazo armado de Hamás, penetraron en el territorio de un Estado soberano para perpetrar una masacre, acabar con las esperanzas de una solución pacífica del conflicto e iniciar un nuevo ciclo de violencia. En total, unas 1.200 personas fueron asesinadas, muchas con una crueldad indescriptible, y alrededor de 3.400 heridas. Los atacantes se retiraron a Gaza llevándose 251 rehenes con el propósito de impedir una simple represalia e implicar al ejército israelí en una operación de rescate. A ello se sumaba la necesidad, lógica y legítima, de acabar con la amenaza que representa Hamás para la seguridad de Israel.

La respuesta militar ha provocado un elevado número de víctimas palestinas, con cifras que no pueden verificarse de manera independiente, ya que proceden del ministerio de Sanidad de Gaza y forman parte de la estrategia propagandística que no distingue entre civiles y combatientes. Es innegable que se han producido víctimas inocentes, pero conviene recordar que el conflicto podría haberse detenido con la entrega de los rehenes. La población palestina –como los propios secuestrados– forma parte de la estrategia de Hamás para escalar el conflicto y prolongar la guerra. Sus intenciones son abiertamente genocidas: destruir Israel y expulsar al pueblo judío. Pese a ello, algunos gobiernos europeos han asumido un relato que ignora quién comenzó la guerra y con qué propósito, blanqueando así la naturaleza terrorista y antisemita del ataque. El ejército de Hamás cuenta con unos 30.000 a 40.000 combatientes con una cadena de mando jerarquizada. Por ello, hablar simplemente de «terroristas» resulta impreciso, ya que se trata de una fuerza militar irregular que combina tácticas de guerrilla con estrategias propias de un ejército. Más allá de la propaganda antisionista de Hamás, del activismo pro-palestino radical o de la confusión diplomática de algunos gobiernos, Israel se enfrentó a una agresión en toda regla. Ante un ataque de esa magnitud, ningún Estado democrático podría -ni debería- permanecer impasible.

Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)