Letras líquidas

Disenso

Una miscelánea de causas, consecuencias y soluciones que escuchamos, cual lamentos, desde hace más de una década sin que se produzcan avances reales

A cada época le corresponde una forma y un fondo. El envoltorio y el contenido. Lo que pasa y cómo se reacciona a lo que pasa. Y, probablemente, si un extraterrestre aterrizara en algún punto de España en este 2025, además de concluir que vamos un poquito estresados y crispados y que los asuntos judiciales son casi lo mismo que la actividad política, se preguntaría qué nos ocurre a los humanos españoles con la vivienda. Haría bien en preguntárselo y haríamos bien también en cuestionárnoslo nosotros. Los políticos, así en general y los dos grandes partidos en concreto, se han sumado ahora a esas dudas. No se trata de caer en el argumento simplista que insiste en que quienes se dedican a lo público no se preocupan por los intereses de los ciudadanos y solo velan por sus intereses, que de todo habrá, sino de plantearnos cómo la cuarta economía de la Unión Europea ha llegado a un escenario tan tensionado. Los fondos buitre, los grandes tenedores, el alquiler vacacional, la falta de oferta (se forman unos 260.000 hogares nuevos al año y se construyen 90.000 viviendas en el mismo periodo, según el INE), la escasez de construcción y mano de obra que ha ido cayendo desde la Gran Recesión, la okupación, los topes a los arrendamientos... Una miscelánea de causas, consecuencias y soluciones que escuchamos, cual lamentos, desde hace más de una década sin que se produzcan avances reales. Como derviches atrapados por la ideología. Intervención versus liberalización. Presas del cortoplacismo, con el modo electoral activado y, más allá de las soluciones concretas, falta el plus de cooperación entre administraciones, con la capacidad de combinar y mezclar propuestas, mientras se mantiene el mismo «modus operandi» de muros que se aplica a tantas otras cuestiones (esos pactos de Estado cada vez más exóticos). Y ahora que se reivindican los 50 años de la muerte de Franco, el Gobierno, con sus homenajes, facilita la comparación con quiénes éramos entonces porque, volviendo a lo del fondo y la forma, y para saber cómo encaramos hoy la gestión de lo común me surge una pregunta: ¿cómo se llama lo opuesto al consenso?