Opinión

El duelo superpuesto de Cari y Carla Goyanes

El caso más estremecedor de este funesto verano es el de familia Goyanes

Søren Kierkegaard describió el dolor como el precio inevitable que pagamos por el amor. A mí la muerte no me impone lo suficiente, en eso he heredado a mi madre.

En mi primera novela “Qué te importa que te ame” (Editorial Planeta) la muerte es la protagonista ( y en la segunda) y hablo de ella desde todos los ángulos, el fisiológico, la tanatopraxia y el social, y todo desde el humor: “Bueno Carla _dice mi madre_ al fin y al cabo la muerte es una etapa más, me río mucho con los paquetes de tabaco que nos advierten, con todo dramatismo y ceremonia, que un día vamos a morir, ¿tú no?"

Sí y no. Por supuesto que la muerte es parte del proceso, un cambio necesario, un avance y un deleite de la naturaleza pero ay, dolor. La muerte sólo es triste cuando amas.

Este año han muerto varios queridísimos amigos uno tras otro. El último, hace muy pocos días, Ernesto Heredero del Campo, Consejero Cultural de la Embajada de España en Chile, uno de mis mejores amigos, al que conocí a través de la literatura y de su cabeza privilegiadísima, y de su singularidad. 47 años. Era un gran pintor y un poeta. Llevaba los trajes más elegantes que he visto (detesto los trajes) y abanico. Fumaba con estilo y avaricia, fumaba muy bonito (como todo él) como si fuera la única persona del mundo fumando.

Como diplomático, Ernesto llevaba toda la vida despidiéndose, en marcha, con la maleta hecha, sonriente, y los ojos enviados a otra parte. Me llevó con la novela por el mundo, y me reconcilió con la poesía y otras cosas. Volví a leerla por él y a escribirla en la intimidad, como quien vomita en el baño la felicidad de cinco tequilas a puerta cerrada con no poca culpa. Ahora se llora su despedida en varios idiomas, como siempre.

Poéticamente, el duelo superpuesto puede compararse con un jardín devastado por tormentas sucesivas. Cada flor marchita representa una vida truncada, y cuando una segunda tormenta llega antes de que el jardín se haya repuesto, el daño es aún mayor. Sin embargo, incluso en estos momentos de desesperanza, la naturaleza humana se eleva, asombrosa, para encontrar fuerza y significado en medio del dolor.

Como Cari y su hija Carla, y el resto de la familia, Antonio, los niños… El caso más estremecedor de este funesto verano es el de familia Goyanes. Carlos Goyanes, el famosísimo empresario y productor de cine, fallecía el 7 de agosto, dos semanas después, su hermano Tito y su hija Caritina Goyanes, de 46 años, repentinamente. Esta serie de tragedias colocan a las personas en un estado de desrealización

Eran todos muy creyentes, confío en que su credo las ampare en estos momentos, después de llevarse la experiencia devastadora de perder a tres seres queridos en dos semanas. Esta clase de duelos, dobles, triples son especialmente complicados, hasta el punto de provocar estados de desrealización, como si todo ocurriera en una película o en un sueño… Mecanismos de defensa que la psique utiliza para amortiguar el dolor emocional de la experiencia traumática. ¡Bienvenidos!

Recordemos el caso histórico que vivió el Rey Felipe IV y que lo apartó durante semanas de su cargo con repercusiones significativas en la estabilidad política de España. En 1646, perdió a su hijo, el príncipe Baltasar Carlos, al que adoraba especialmente, destinado a sucederlo en el trono. Esta muerte destruyó al monarca, porque unos meses antes había perdido a su esposa, Isabel de Borbón, madre del niño: “Sufro tanto que ya no sé si velo o sueño”, dijo.

Otro caso que también es historia de este país, y con el que resonamos mucho más, es el del Clan Flores que enfrentó otro espantoso duelo doble en 1995. El 16 de mayo de ese año, falleció la legendaria e indiscutiblemente inimitable Lola, un icono español de todo en general. Doce días después, muere su hijo Antonio de sobredosis, sumido en el espanto tras la muerte de su madre. Este doble mazazo inesperado sacudió a la familia que siguió adelante con increíble valor y fortaleza, porque no se puede hacer de otra manera.

El reciente hundimiento del superyate Bayesian hace unos días cerca de la costa de Sicilia es otro recordatorio brutal de lo efímera que puede ser la vida y de lo fácil que es la fractura, desaparecer, sea uno quien sea. Para los supervivientes, el duelo será especialmente complejo. La experiencia de haber estado tan cerca de la muerte, combinada con la pérdida de los seres más queridos, se agrava por la sensación de impotencia y la brutal confrontación con la impermanencia.

Por último, la noticia de la famosa cantante Mariah Carey que esta semana ha perdido a su madre, Patricia Carey, y su hermana Alison Carey, al parecer fallecieron el mismo día. Queda claro que incluso las figuras más fuertes y exitosas pueden ser vulnerables ante la inflexibilidad del destino y el universo.

Sirva este obituario múltiple como un recordatorio sobre la transitoriedad de la vida y una reflexión sobre cómo, en un instante, todo puede cambiar, y lo importante que es valorar cada momento y cada relación, nuestros días están contados.

Pero ¡Qué inmadura y qué grosera es la muerte! ¡Siempre con la barbilla levantada, incapaz de contemporizar, de ceder, de retractarse!... Pendiente de tener en todo caso la última palabra. Miren que es pesadita, pero yo, ya me conocen, no soy ninguna hipócrita y cuando la conozca se lo diré.