El Futuro de Venezuela

Hace falta más presión sobre Maduro

No podemos más que elogiar el enorme esfuerzo de movilización que está haciendo el pueblo de Venezuela para acabar con la presidencia de Nicolás Maduro y devolver a su país a la senda de la democracia y la libertad. Pero, al mismo tiempo, los acontecimientos de ayer en los principales pasos fronterizos con Colombia, demuestran que el régimen socialista venezolano está aún lejos de la derrota y mantiene una férrea voluntad de permanencia en el poder. De hecho, sólo la conciencia de que todos los ojos del mundo estaban puestos en la reacción de Caracas al desafío de la oposición explica la relativa contención de un Gobierno que, hasta el momento, no ha tenido el menor escrúpulo a la hora de emplear la violencia y desplegar sus grupos de matones parapoliciacos para reprimir las manifestaciones de protesta. En estos días, sin embargo, y pese a que una unidad militar se abrió paso a tiros en medio de una barricada de control levantada por los indígenas pemones en la frontera con Brasil, con el resultado de una mujer muerta y quince hombres heridos, las fuerzas de la Guardia Nacional han reducido la brutalidad de su respuesta, con el uso de gases lacrimógenos y cartuchos de perdigones para dispersar a los centenares de ciudadanos que pretendían hacer pasar los convoyes con la ayuda humanitaria a través de los puentes bloqueados en el área de Cúcuta. Igual de contenida, al menos hasta la hora de cierre de esta edición, ha sido la respuesta chavista a las concentraciones multitudinarias ante los distintos acuartelamientos del país, aunque haya que lamentar un elevado número de heridos y detenidos. La situación, sin embargo, puede cambiar en cualquier momento, una vez que Nicolás Maduro, acobardado al principio por la magnitud del rechazo internacional a su Gobierno, comprenda que debe tomar la iniciativa y deshacer el principal frente opositor, que reside en la figura del presidente interino Juan Guaidó y en la legitimidad que le presta la Asamblea Nacional, la única institución que queda en el país elegida democráticamente. Estamos, pues, ante unos momentos decisivos que exigen, más que nunca, una actuación firme y valiente de la comunidad democrática internacional, especialmente de la Unión Europea, capaz de llevar a los militares venezolanos, que no sólo sostienen al régimen, sino que dirigen la mayor parte de la arruinada infraestructura económica y financiera del país, al convencimiento de que no hay ningún otro horizonte, a parte de la prisión o el exilio, que provocar la caída del tirano y permitir la celebración de elecciones libres. Ciertamente, la presión internacional, los llamamientos de los opositores, la mera realidad de un pueblo desarmado que reclama a cuerpo gentil y haciendo frente a las balas volver a ser un país normal, en el que se respeten los derechos humanos básicos, está haciendo mella en el Ejército y en la Guardia Nacional, como demuestra el goteo de deserciones, algunas tan clamorosas como la del general Hugo Carvajal, que había sido uno de los militares de referencia del chavismo y al que se vincula con operaciones de narcotráfico en favor de la guerrilla comunista colombiana de las FARC, hoy disuelta. Pero estas deserciones no son suficientes para provocar el efecto buscado. La única vía eficaz, a pesar de los inevitables costes añadidos para una población que se encuentra en un estado de emergencia humanitaria, es la intensificación de las sanciones económicas con el bloqueo de todos los ingresos exteriores que le quedan al régimen, trasladando al mismo tiempo a Rusia y China la advertencia de que el apoyo a Nicolás Maduro puede resultar muy perjudicial para sus políticas comerciales. Porque, no hay que dudarlo, el chavismo acabará recurriendo a la violencia.