Quisicosas

Egiptanos

Más integrados y permisivos en el sur, más tradicionales en el norte, me pregunto si el paso de las generaciones conservará ese calor con el que hacen todo

Ana Segovia, periodista olivácea y bella, va de compras y no es raro que la sigan: «me viene detrás el guardia de seguridad». Gitano y robo es asociación ancestral, como moro y traición; las personas se debaten entre estos marcos rígidos, y no sólo hacia afuera: «Me costó convencer a mi familia para estudiar Derecho en Zaragoza». Sara Giménez dirige el Secretariado Nacional Gitano y es difícil, con ese pelo claro, distinguirla de los payos o jambos, a lo mejor las ojeras violáceas, misteriosas, y unos pómulos magníficos que le encabalgan toda la cara de carácter.

En la Real Pragmática de 1783 se registraron 12.037 familias gitanas, algunas con apellidos característicos –Heredia, Amaya, Reyes, Montoya– y otras, con patronímicos comunes, pero ya todos españoles. Cómo se llamasen en el Punjab indio original o en el Egipto que les dio nombre, quedó enterrado. Los zíngaros, romanís o calós apenas hablan la lengua original; a retazos la transmiten los viejos, que chanelan los cambios pero conservan las tradiciones: grandes familias muy unidas, que hacen piña en hospitales, cementerios y bodas; niños y ancianos en el centro; figuras de mediación como los patriarcas y quizá un sentido distinto del tiempo y el ritmo, que yo aprendí en torno a sus hogueras de invierno y que, por mucho que deseen lo contrario, se va acabando. Las mujeres trabajan y no hay puchero caliente para todo el que pasa. Más integrados y permisivos en el sur, más tradicionales en el norte, me pregunto si el paso de las generaciones conservará ese calor con el que hacen todo.

La Mari de la esquina tenía enamorado a mi padre, que le compraba las flores, y todavía me mira con respeto cuando hablamos de él. Jesús, amigo de mi hijo, me da las gracias de modo reverencial y se alegra de ver a la abuela, los primos, los hermanos, como si nuestra familia fuese rica por eso. Aprendí con ellos que comprar y vender es arte, que tú vales porque tu familia te quiere, que los viejos van primero, que la vida no es un proyecto a largo plazo, sino un regalo a cada rato. También que lavarse es igual de fresco en casa que en la fuente, que cambiar de casa no te cambia, que cantar y festejar es aire puro.

Un 12 de enero de 1425, un tal Juan «de Egipto menor» logró salvoconducto de Alfonso V el Magnánimo para peregrinar a Compostela y ese documento es origen de los 600 años de presencia gitana. Son 700.000 aquí y muy distintos de los más numerosos gitanos balcánicos, que ahora traen nuevos problemas y menos integración. Les debemos aromas en la música, palabras (camelar, achantar, chaval, chorizo, churumbel, fetén, paripé, menda...) y la inspiración de poetas, dramaturgos, artistas. Felicidades, España, por los gitanos.