Tribuna

Enseñanzas de la Historia de España sobre el antisemitismo

Estamos obligados a coexistir pues como he señalado eso nos ha enriquecido a través del tiempo. Esta debe ser la inspiración de nuestra historia futura

El 27 de enero tuvo lugar el Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto. Etimológicamente, esta palabra proviene de otras dos del griego antiguo, olos y kaustos, que significan «quemarlo todo». Desde 1945 designa el asesinato de judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial. Los judíos lo llaman Shoah, que en hebreo significa «catástrofe»; catástrofe que no podemos olvidar para no repetirla. La Historia y su sucesión aciertos y errores debe ser nuestra guía para construir el presente y el futuro.

Durante la Edad Media se dio, en general, una buena convivencia de los judíos en Al Andalus y en los reinos cristianos de España. Este hecho se truncó con la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos en el año 1492. Todos aquellos habitantes de España que mantenían la fe hebrea debieron emigrar, aunque una parte de ellos volvieron al no ser bien recibidos allende muestras fronteras. En todo caso, la gran mayoría de los judíos españoles, unos 250.000, permanecieron en nuestro país porque se habían convertido al cristianismo. Estas conversiones se produjeron a partir del año 1391, debido a presiones y hechos violentos en buena parte de los casos. Por su parte, la Inquisición persiguió a aquellos que seguían practicando su antigua religión después de la conversión al cristianismo.

La historia de las persecuciones a los judíos y el antisemitismo corre paralela a la historia de Europa, especialmente desde la Edad Media. Quizás esta inquina no nace solo por el hecho diferencial religioso sino, también, por la envidia ante un grupo minoritario, como el hebreo, que siempre ha conseguido abrirse camino frente a la adversidad y la injusticia.

A pesar de los hechos tan negativos y traumáticos que se han descrito, la integración en la sociedad española de los judíos convertidos al cristianismo fue ejemplar y completa desde los años finales de la Edad Media hasta hoy. Nos encontramos en un proceso de éxito sin precedentes teniendo en cuenta las dificultades de promoción social que existían en aquella época.

Desde el primer momento, los judíos convertidos al cristianismo tuvieron unas claras aspiraciones de progresión social en la sociedad española y muchos tuvieron éxito. A comienzos del S XVI, Pedro Barrantes afirmaba que, una vez convertidos, «presto se tornaron a hacer ricos». De esta forma, bastantes familias pasaron de la judería a integrarse en las élites de la sociedad española de los siglos XV y XVI. Así, llegaron a ser eminentes médicos al servicio de reyes y altas personalidades, importantes financieros de las personas acaudaladas y los gobernantes y ocuparon oficios en la Administración Real, incluso como ministros. En los ayuntamientos fueron regidores o caballeros veinticuatro y se incorporaron a la carrera eclesiástica, alcanzando la dignidad de obispos. Finalmente, consiguieron cartas ejecutorias de hidalguía o títulos nobiliarios.

Es cierto que las leyes españolas contenían prohibiciones para el progreso social de los conversos, pero, en la práctica, esas barreras fueron permeables y, de esta manera, truncada la convivencia de las tres religiones durante la Edad Media por la expulsión de 1492, los judíos que permanecieron en España se integraron en la sociedad con evidente éxito. Nuestra Historia de España y la sociedad actual son frutos de esa fusión y, por eso, muchos de nosotros encontraremos antepasados del pueblo de Israel si tenemos la curiosidad de investigar nuestros ancestros.

Además, la vida cotidiana se empapó de algunas de las costumbres judías, por ejemplo, el uso antiguo de castigar de cara a la pared a los niños en las escuelas era una reminiscencia sefardí: Los judíos piden perdón de cara a la pared en la sinagoga para que los vea todo el mundo. O también acogimos costumbres culinarias, postres como el arroz con leche, potajes, empanadas y mazapanes tienen ese origen.

Avanzando hasta el siglo XX, Viktor Frankl nos cuenta el estremecedor relato de su experiencia en los campos de concentración en su obra El hombre en busca de sentido. Él, que todo lo había perdido y soportó todo tipo de brutalidades, consiguió sobreponerse y pensar que la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles.

Desgraciadamente hoy seguimos viendo cómo se estigmatiza a los que son diferentes. Este germen no puede extenderse en nuestra sociedad pues nos arriesgarnos a repetir una historia infame. Al contrario, debemos comprender que existir es coexistir. Estamos obligados a coexistir pues como he señalado eso nos ha enriquecido a través del tiempo. Esta debe ser la inspiración de nuestra historia futura.