Letras líquidas

Esclavas (y puteros) del siglo XXI

Tras años de olvido en el cajón de las leyes perdidas, se abre ahora una oportunidad para que la prostitución salga de la alegalidad en la que se mueve en España

«Se dice que la esclavitud ha desaparecido de la civilización europea, pero no es cierto. Todavía existe y solo se aplica a las mujeres y se llama prostitución». La cita de Victor Hugo sirvió a la directora de cine Mabel Lozano para cerrar su discurso al recibir el Goya 2024 a «Ava», mejor corto documental, y, aunque el dramaturgo francés pronunció esas palabras en el siglo XIX, su vigencia se replica también hoy. La explotación sexual genera cada año 160.000 millones de euros a nivel mundial, según el último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y afecta a 7,4 millones de personas: cuatro de cada cinco son niñas o mujeres. Una industria del dolor muy rentable. La prostitución y la trata, su derivada más extrema, se han afianzado como lacras que van renovando sus características, maneras y estilos, pero que perpetúan su esencia de sometimiento y opresión a través de los tiempos.

Si ajustamos el foco, la cifra de mujeres que se dedican a la prostitución en España sería de 45.000, según un estudio del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado de 2012, y entre un 90 y un 95 por ciento de ellas serían víctimas de trata o explotación sexual. Una estadística en condicional y con datos de hace más de una década. ¿Cómo aproximarse a una actividad que por su propia naturaleza se mueve en la clandestinidad? ¿Cómo regular lo que no se conoce? El PSOE ha vuelto a presentar esta misma semana en el Congreso su proyecto para abolir la prostitución y, con ese intento, regresan el debate y la brecha que recorre el feminismo a cuenta de las distintas corrientes que intentan abordar el asunto: la abolicionista, que lucha por su erradicación; la que aboga por la prohibición y la castiga en todos sus supuestos, y la reguladora, que la reduce a un mero trabajo.

Tras años de olvido en el cajón de las leyes perdidas, se abre ahora una oportunidad para que la prostitución salga de la alegalidad en la que se mueve en España. Camuflada en un cómodo limbo jurídico, sin regulación ni control, el negocio se beneficia y sitúa a España, por ejemplo, en el top del despreciable ranking internacional del turismo sexual, junto a Tailandia o Indonesia. La prostitución se aprovecha de todos los tabúes que la rodean para mantenerse y expandirse y, por eso, hay que eliminar cualquier connotación ética o moral y centrarnos en combatir todas las formas de proxenetismo. Si no, estaremos mezclando cuestiones y perderemos de vista la lucha contra un delito que anula la libertad de las mujeres y que es tan antiguo como contemporáneo. «Se dice que la esclavitud ha desaparecido...».