Al portador

Escrivá, Montero y la lámpara de Aladino

«Lo probable es que Escrivá sea un palmero del Gobierno, pero es imprevisible y quizá quiera recuperar el prestigio perdido»

Gabriel García Márquez (1927-2014) iniciaba la «Crónica de una muerte anunciada» con otro ejemplo de sintaxis hipnótica: «El día que lo iban a matar...». El día que el ministro, poco conocido, Carlos Cuerpo, anunció, por fin, de forma oficial, que José Luis Escrivá será gobernador del Banco de España, la «vice» María Jesús Montero, con un par de tacones, definió en el Senado el acuerdo con ERC como «solidario». Menos embolicada que otras veces, presumió de que Cataluña financiará en toda España «servicios similares a los de ahora» y aclaró (sic) que «lo que dice el acuerdo es lo que dice, y lo que no dice, no lo dice». Ahí es nada. Los palmeros de plantilla aplaudieron y los «indepes» de ERC protestaron para la galería porque, aunque no sea muy de izquierdas, quieren para Cataluña un trato diferente y con ventajas. También, el mismo día, Pedro Sánchez prometió más dinero para todas las autonomías, más impuestos para los ricos y nombró a su jefe de gabinete, Óscar López, ministro. La regla de que la mejor manera de esconder a un elefante es colocarlo en medio de una manada de elefantes, no suele fallar. La cacicada, legal y legítima, pero cacicada al fin y al cabo, o el error de colocar a Escrivá en el Banco de España se diluía –por ahora– en medio de tanto anuncio y promesas. El hasta ahora ministro Escrivá está sobrado de competencia para gobernar el Banco de España. Lo hizo de forma heterodoxa, pero diagnosticó con certeza lo que ocurriría después de la pandemia. En Espejo Público, le contó a Susanna Griso, que la economía se comportaría en forma de «lámpara de Aladino» y la dibujó: Caída brutal del PIB, rebote en vertical, pero no del todo y luego una muy larga y lenta recuperación hasta alcanzar la situación inicial. Aquello dio que hablar, pero tenía razón. Para otros era una salida de la crisis en raíz cuadrada. Escrivá siempre soñó gobernar el Banco de España. Lo ha conseguido y, quizá Sánchez no lo sabe, es imprevisible. Su peor enemigo es su carácter y el trato conflictivo con sus equipos. Lo más probable es que sea un palmero del Gobierno, pero quién sabe, porque querrá recuperar prestigio técnico y también es inamovible durante seis años, desde el día que ya sea gobernador efectivo del Banco de España, en paráfrasis de García Márquez.