Los puntos sobre las íes

España, para los extranjeros

La Fórmula 1 llegará a Madrid de manos de unos inversores de fuera

Para comprobar que Madrid está de moda no hace falta confiar en la palabra de un irredento ayusista ni en la tesis de un hooligan almeidista. Basta con pasarse este puente por la Gran Vía, por el barrio de Salamanca, por Malasaña o por cualquiera de los puntos neurálgicos de la capital de España. Las calles más céntricas están abarrotadas estos días de acueducto hasta la bandera. Jamás vi tanta gente junta y eso que llevo 46 años viviendo por estos pagos. La oferta cultural, gastronómica, comercial –al nivel ya de Londres, París, Nueva York o Dubái– e, incluso, deportiva ha provocado un boom sin precedentes de una urbe a la que todos quieren venir por muy mala y muy fascista que sea Ayuso, que lo es, y por muy franquista que le parezca a todo el mundo Almeida.

Esta semana, por obra y gracia de la primicia de Okdiario plagiada sin pudor por otros medios, nos hemos enterado de que Madrid acogerá un Gran Premio de Fórmula 1 en 2026 tras 45 años de ausencia con el entrañable Jarama en el recuerdo. La Fórmula 1 no es una idea megalomaniaca, como achaca el cateto PSOE al PP, sino la inversión más rentable que un municipio o una comunidad puedan hacer porque te sitúa en el mapa con letras de oro. Máxime cuando, como en el caso que nos ocupa, se trata de un circuito urbano. Valencia se conoció urbi et orbi no tanto por la Copa América, que también, como por esa Fórmula 1 que trajo el tándem Francisco Camps-Rita Barberá.

La primera carrera de Madrid en este siglo coincidirá en el tiempo con la última de Cataluña, ya que Montmeló perderá la condición de parada y fonda del gran circo. La moraleja es perogrullesca pero no por ello menos necesaria de subrayar: el secesionismo está empobreciendo y apaletando a pasos agigantados una región hace no tanto más próspera y moderna que Madrid. La otra gran lectura de este indiscutible acierto de Ayuso, Almeida y el presidente de Ifema, José Vicente de los Mozos, es que una vez más un acontecimiento de primer nivel mundial en Madrid queda en manos extranjeras.

Cabe recordar que el Ayuntamiento adjudicó hace 20 años el Mutua Madrid Open, el gran torneo de tenis, a un Ion Tiriac que es un genio del mundo del deporte pero que nació en Rumanía. Lo cual no obsta para reconocer que ha hecho de esta cita deportiva el de facto quinto Grand Slam. Al punto que hace dos años vendió el certamen al gigante estadounidense IMG por 400 millones –mantiene la gestión con ese otro crack que es Gerard Tsobanian–. Ahora la licencia de la carrera que recorrerá Ifema, incluido el paso por el interior de dos pabellones, ha recaído en los mexicanos de Ocesa, un imperio del ocio que extiende sus tentáculos por México, Estados Unidos y parte de Iberoamérica. Gente solvente y con prestigio pero foránea al fin y al cabo. Que no son unos piernas precisamente lo demuestra el hecho de que ostentan la condición de anfitriones del GP de F-1 que se celebra en el Autódromo Hermanos Rodríguez del distrito federal.

Es una pena que tengan que venir desde fuera para organizar la resurrección del automovilismo de primer nivel en Madrid durante al menos una década. Me aseguran que la culpa no es de Ifema ni de la Comunidad o el Ayuntamiento, evidentemente tampoco de los mexicanos, sino de la falta de inversores patrios dispuestos a jugarse su parné. Así de cortos de miras somos los españoles.