Tribuna

Felipe saca un látigo que no inmuta a Sánchez

Pedro Sánchez no dará su brazo a torcer. Hará lo que más le convenga

Felipe saca un látigo que no inmuta a Sánchez
Felipe saca un látigo que no inmuta a SánchezBarrio

Felipe González entró en escena. Sacó el látigo ante Carlos Alsina en Más de Uno para arremeter contra la investidura de Pedro Sánchez. En otro tiempo hubiera sido legal. Hoy solo da que hablar. En resumen, aunque no lo dijo literalmente, el expresidente del Gobierno e histórico líder del PSOE empujó en la dirección de volver a las urnas. Acusó a Pedro Sánchez, aunque sin mentarlo, de estar socavando los cimientos de la convivencia. Y ahí se mostró consternado, dando lecciones de responsabilidad democrática a destajo.

Alsina empezó sin más preámbulo poniendo el dedo en la llaga. El de Onda Cero sabe sacar jugo al invitado del día. Preguntó de buenas a primeras al antaño generalísimo del PSOE si votó al PSOE. Pícara pregunta. Hecha la pregunta, habida la duda. Carlos Alsina es de largo el periodista del alba más brillante. Llevó la entrevista en un santiamén donde quería, donde iba a dar que hablar. Claro que Felipe González también lo puso fácil. Iba a lo que iba. No se iba a perder por los cerros de Úbeda.

Y Felipe no se cortó. No emuló para nada el humor ácido de Alfonso Guerra, ni el verbo fácil que pasea un exvicepresidente que no perdona ocasión para arremeter con feroz inquina contra el que fuere su partido. Felipe, por contra, tiró de metáforas para enmendar la plana a un Pedro Sánchez que le debe a aquel el funeral que dio también pie a su gloriosa resurrección.

Fue González quien lideró la abstención del PSOE para permitir la investidura de Mariano Rajoy en su día. Ejemplo de la responsabilidad que exige a los dos partidos mayoritarios. Aunque no se recuerde situación similar. Tampoco desaprovechó la ocasión para cargar con especial crudeza contra el mundo de Sumar/Podemos, más incluso que contra Vox o los periféricos. Claro que cuando de ello tuvo necesidad, Felipe pactó con Pujol. Y con el PNV si se terció. Como luego hizo Aznar al que afeó su disponibilidad a hablar catalán en la intimidad.

Cuando Felipe fue a por Sánchez en 2016 encendió la mecha de un motín interno que sin duda ganó inicialmente. Pero, a su vez, dio pie al peor cisma que se recordaba en el PSOE desde Fresnes. Y, a su vez, encumbró el hiperliderazgo de Sánchez. Inició ahí el decapitado secretario general una peregrinación que le llevó a la reconquista del PSOE. Fue tan apabullante su victoria final, contra todo y contra todos, que le permitió jubilar la influencia de los golpistas.

Ahí empezó un contragolpe que significaría desterrar a la vieja guardia del PSOE, que fue también la generación de los GAL: el asunto más turbio de la democracia española acometido como una iniciativa patriótica. Aunque luego acabaría con un desmadre de dinero y el bochorno máximo en la figura de Luis Roldán, exdirector general de la Guardia Civil. Incluso se apuntó que se apropió de dinero destinado a los huérfanos del Cuerpo. Felipe, que apeló reiteradamente al cumplimiento de la legalidad ante Alsina, se olvidó de ese detalle de nada. Cuando un Gobierno, el suyo, decidió que podía ordenar discrecionalmente ejecuciones extra judiciales.

Felipe es el buque insignia de una vieja guardia de jubilados jerifaltes del PSOE que tiene en Alfonso Guerra a su activista más mordaz. Nunca desaprovecha la ocasión el sevillano para dar cera a su larga lista de villanos, olvidando por lo pronto su vergonzosa salida de la primera línea política.

Lo cierto es que hoy Felipe no hace ni cosquillas a Pedro Sánchez. Más allá de que como ironiza un vecino socarrón «el que más me gusta del PP es Felipe González».

Y no, Pedro Sánchez no va a dar su brazo a torcer. Hará lo que más le convenga. Como siempre. Cambiará de parecer si le conviene. Estudiará la situación hasta el último minuto. A audacia no le van a ganar. Si cree que se puede cerrar una investidura, lo hará. Pero si los números le dan para ir a elecciones tampoco dudará en volver a echar las cartas. No se va a suicidar. Ya logró lo más difícil, sobrevivir al tsunami de la derecha que pasó de una euforia desbocada a la incredulidad más frustrante.

Sergi Soles periodista