Declaración de la Renta

Editorial
Seis años han bastado para saber que el sanchismo es un peligro para la libertad y que la degradación democrática a todos los niveles ha escalado picos de emergencia
Pedro Sánchez recurrió ayer a su baza favorita en casi cualquier instante de adversidad, Francisco Franco. Podría decirse que el viejo general ha sido su compañero de viaje predilecto convencido de que siempre podrá extraer el mejor rendimiento del pasado que es historia y tragedia para generaciones de españoles. El presidente afronta hoy el tiempo más crítico en estos seis años en el poder, cercado por los escándalos de corrupción que señalan a sus círculos político, institucional y familiar. En una semblanza absolutamente insólita y desconocida en las democracias occidentales, el primero de los mandatarios vive rodeado de imputados por los tribunales sin que la estrategia de defensa haya volteado ni mejorado las expectativas de un porvenir sombrío. Moncloa ha entendido que el franquismo podría prestar un nuevo servicio en el propósito de distraer el foco y crear cortinas de humo para aliviar la presión asfixiante de las investigaciones judiciales. Sánchez arrancó ayer la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Franco, «España en libertad», con el primer acto del centenar que se nos anuncian en esta campaña de gobierno que no de Estado pues ya se encargó de dejar fuera a la oposición y a la inmensa mayoría de la ciudadanía que suficientes problemas tiene hoy como para echar la vista atrás medio siglo. Que pretendiera instrumentalizar a la Corona en una celebración de parte que quiere alimentar aún más la polarización es otra prueba de las espurias intenciones del montaje. En todo caso, queremos insistir en preceptos concretos y conocidos de la efeméride como es que ni llegó la democracia ni mucho menos la libertad en aquel 1975, que únicamente se alcanzaron gracias al esfuerzo colectivo plasmado en la Transición y la Constitución de 1978, obras cumbres de la historia de esta antigua nación de las que precisamente abominan los socios del mismo presidente que comparte mesa, mantel y pacto con el proyecto político de la banda terrorista y los legatarios del hacha y la serpiente. Y es que Moncloa cabalga contradicciones y amaestra la mentira sin problemas de conciencia ni de moral. Ayer, con Franco presente, recuperó el discurso del miedo a la derecha, modelado como el regreso de la dictadura porque «los regímenes autocráticos están avanzando», y se arrogó las libertades de una de las democracias más prósperas del mundo. Coincidimos con el presidente en que el estado de derecho no es una conquista «permanente», sino que «se puede perder». Pero disentimos en su lectura interesada y demagoga. Las amenazas son diversas como lo son las pulsiones autoritarias en este siglo. Seis años han bastado para saber que el sanchismo es un peligro para la libertad y que la degradación democrática a todos los niveles ha escalado picos de emergencia. Un auténtico caballo de Troya que, sin embargo, trota hoy agotado sobre el barro de la corrupción, la mentira, el desgobierno y el desapego ciudadano. Sánchez no vacilará ni resignará, pero Franco tampoco lo reanimará.
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