
Los puntos sobre las íes
Fue una moción de censura corrupta y etarra
Alí Babá y los 40 ladrones eran unos santos de altar al lado de estos golfos
Desde el minuto 1 de esa moción de censura que en mayo de 2018 cambió la historia de España tal vez para siempre insistí en que era una medida legal pero tremendamente ilegítima. Tan verdad es que constituye una opción plenamente democrática y constitucional como que la que lideró Pedro Sánchez suponía dinamitar todos los consensos habidos y por haber. Para empezar, el que señalaba que gobernaba el que ganaba las elecciones. A este respecto he de recordar que Mariano Rajoy le endosó –ahí es nada– 52 escaños de diferencia al autócrata socialista en las de junio de 2016. Y, para terminar, el que prescribía que un partido democrático jamás pacta con los sediciosos catalanes o con Bildu, que no es ni más ni menos que esa banda terrorista ETA que asesinó a 856 españoles, 12 de ellos insignes miembros del PSOE. Entre medias, dos magistrados de la Audiencia Nacional, el filoetarra José Ricardo de Prada y Julio de Diego, prepararon el terreno con una morcilla prevaricadora en la sentencia de Gürtel que luego tumbó el Supremo. Concretamente, la que establecía la responsabilidad penal del PP, entre otras cosas porque existiera o no, que existía, no era objeto del juicio de Gürtel en la Audiencia Nacional. Vamos, que lo colaron de rondón en una actuación más propia de jueces chavistas que de unos europeos. Ese tres en uno que no es el caso Ábalos-Cerdán-Koldo García sino el escándalo Pedro Sánchez ha puesto de manifiesto que las sospechas que muchos demócratas albergábamos no sólo eran ciertas sino que nos quedamos cortos. El individuo que ejerció de enlace para lograr el apoyo del PNV y Bildu a la censura a Rajoy fue Antxon Alonso, socio de Santos Cerdán en Servinabar, el epicentro de la corrupción que está devorando al PSOE. Este mangante es amigo del alma de Arnaldo Otegi, histórico capo di tutti capi de la Cosa Nostra etarra. El presidiario más famoso de España reconoció el lunes en el Supremo, minutos antes de ir caminito de Soto del Real, que Alonso «medió con el PNV» para que dieran el visto bueno al mecanismo constitucional que permitió sisar al PP el Gobierno de España. Y confesó que el copropietario de Servinabar resultó igualmente determinante para que los etarras votasen «sí». Otegi es un malnacido y un matón pero nadie le puede negar su capacidad para la sinceridad. Anteayer volvió a meter en un lío de padre y muy señor mío al marido de la tetraimputada Begoña Gómez al confirmar que, tal y como adelantó Okdiario hace semanas, Antxon Alonso ejerció de enganche entre ellos y los socialistas para botar a los populares. Resultado: los cinco diputados del PNV y la parejita de Bildu accionaron el botón del «sí» el 1 de junio de 2018, convirtiéndose las dos formaciones, especialmente los etarras, en los más fieles socios de gobernabilidad del sucesor de Franco a título de caudillo. Todo lo cual certifica, ahora más allá de toda duda razonable, el espíritu bastardo que presidió la operación para echar al presidente que había vencido por goleada en las urnas dos años antes. Fue un acto de corrupción institucional, judicial y, por lo que vemos ahora, económica. La caja B del PP les importaba un comino, lo que anhelaban era apoderarse de Moncloa para saquear las arcas públicas como si no hubiera un mañana. Alí Babá y los 40 ladrones eran unos santos de altar al lado de estos golfos que se envolvieron en la bandera de la ética para hacerse ricos. Muy ricos. Mucho más de lo que podemos imaginar y probar. De momento.
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