El bisturí
La gran purga que prepara Pedro Sánchez
En pleno auge de protestas internas, Sánchez ha decido adelantar el Congreso Federal del Partido
A lo largo de la historia, no han sido pocas las purgas cainitas protagonizadas por dirigentes de izquierdas contra simpatizantes o compañeros de filas díscolos o, simplemente, críticos. A finales de la década de los años 30 del siglo pasado, por ejemplo, cientos de miles de miembros del propio Partido Comunista de la Unión Soviética, anarquistas y socialistas opositores fueron vigilados y perseguidos por la policía, y muchos de ellos enviados prisioneros a los campos de concentración. Merced a esta operación, a la que se conoce hoy en Rusia como el Gran Terror, José Stalin obtuvo vía libre para consolidar su poder y desplegar una de las peores dictaduras que se recuerdan en la historia de la humanidad. Dictadura contra el proletariado, por cierto. En aquella caza de brujas tomaron parte activa el Fiscal General del Estado, el llamado Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos y, por supuesto, el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, órgano que se especializó en años posteriores en el silenciamiento de todos los que osaban alzar la voz contra el secretario general del partido de turno. También en las dictaduras populistas suramericanas, en la Camboya de Pol Pot y en la China comunista ha habido múltiples purgas para enmudecer a los disidentes y despejar el camino a la élite dominante, y en la España guerracivilista, las refriegas para acallar al discordante llevaron a una pelea fratricida entre anarquistas y comunistas de la que se aprovechó Franco para acelerar su llegada al poder, como bien relata George Orwell en Homenaje a Cataluña.
Esta tónica repetida de forma cíclica, porque la historia lo es, como decía Nietzsche, también se ha trasladado a las sociedades modernas, aunque, afortunadamente, sin deportaciones masivas, Gulags o torturas carcelarias de por medio. La eliminación intelectual y moral de las voces disonantes es también muy del gusto de la élite que gobierna hoy en España. La táctica es pacífica, desde luego, y muy refinada, pero casi igual de efectiva, pues a la postre se denigra al gallo que revoluciona el gallinero y se le termina expulsando del corral, como les ocurría a los seguidores de Napoleón cuando se volvían molestos en Rebelión en La Granja, obra escrita también por Orwell. Básicamente, consiste en lanzar contra la voz discordante a toda la jauría mediática afín para dejarla señalada y en utilizar las redes sociales para ridiculizarla, resaltando incongruencias o errores de su pasado. Es aplicarle la espiral del silencio de Noelle Neumann pero en el mundo de Instagram o Twitter (ahora X). Los laminados por esta vía han sido múltiples, aunque los más sonados son, posiblemente, Rosa Díez, Joaquín Leguina, Tomás Gómez, Susana Díaz y, más recientemente, han empezado a serlo también Alfonso Guerra y Felipe González. En plena efervescencia de protestas contra la financiación singular, el cupo particular o la ventaja fiscal para Cataluña, como se le quiera llamar, el presidente Pedro Sánchez ha decidido adelantar a otoño la celebración del Congreso Federal del Partido, el máximo órgano del PSOE. Aunque la venta de este cónclave es el apuntalamiento del partido para concurrir con garantías a comicios venideros, es vox populi entre los socialistas que se avecina una gran purga en la que federaciones contestatarias y barones discrepantes con la línea oficial pueden resultar laminados sin ninguna contemplación. Algunos, como le ha sucedido a Ábalos, tienen las horas contadas. El Politburó no les mandará a Siberia. Simplemente acabarán en las estepas de la irrelevancia.
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