Y volvieron cantando

El Halley electoral

Año y medio es una eternidad en política utilizando todos los medios a su alcance –que no son pocos– para lanzar toneladas de alpiste en forma de «flotillas solidarias» y otras ocurrencias

Comienza a resultar casi entrañable la actitud de algunos analistas inasequibles al desaliento y dispuestos a colegir que «van a pasar cosas» más pronto que tarde en nuestro doméstico devenir político, tras interpretar las vísceras de un búho y determinar que todo apunta a convocatoria adelantada de elecciones generales. Lo mismo que el cometa Halley que aparece cada determinado tiempo acercándose a la Tierra a una distancia suficiente para ser divisado con telescopios, el mantra electoral –ya saben, el del adelanto de la cita con las urnas en comicios legislativos– se nos presenta de vez en cuando a periodistas, tertulianos y analistas de todo pelaje convencidos en muchos casos de que el Halley electoral esta vez sí colisionará con el planeta, pero desengañados muy poco después al contemplar que vuelve a alejarse para desaparecer de nuestro campo de visión y haciéndonos caer a todos en la cuenta de que Pedro Sánchez, único depositario del «botón nuclear» para disolver las Cortes y llamar a votar, hoy por hoy, ni tiene intención alguna –encuestas en mano– de abandonar antes de tiempo la Moncloa, ni parece dispuesto a arrojar la toalla en la batalla por el relato y la movilización de la izquierda. Año y medio es una eternidad en política utilizando todos los medios a su alcance –que no son pocos– para lanzar toneladas de alpiste en forma de «flotillas solidarias» y otras ocurrencias que irán siendo convenientemente procesadas por las siempre atentas brigadas mediáticas afines. Seguimos incurriendo en el error de catalogar a la figura de Sánchez en el mismo contexto de la política convencional que hemos conocido durante décadas, ese en el que se permitía gobernar al partido más votado, en el que había límites para atacar a la justicia, en el que no se legislaba al dictado de los propios delincuentes fugados o en el que los líderes políticos hasta supeditaban su continuidad a la supervivencia de su partido, casos de González o Rodríguez Zapatero hablando del propio PSOE. El chip político del actual presidente se manifiesta día a día y no tiene nada que ver con todo esto. Manda sin poder gobernar por ausencia de mayoría parlamentaria, contempla el cerco de la justicia cerrándose sobre su entorno y no goza ya precisamente de la mejor imagen en Europa. Pero de un nuevo reparto de cartas, ni hablar. Manual de resistencia.