El trípode

Halloween, una fiesta pagana

Son demasiados los que animan a sus hijos a participar de esa fiesta que, sin saberlo, es para vanagloria del maligno.

El próximo martes 31 de octubre es la víspera de una gran fiesta para los católicos del mundo entero, consolidada como no laborable dado su arraigo en el pueblo: la solemnidad de Todos los Santos. Éstos ya gozan de la eternidad en el Cielo, y son una parte de la multitud que nos ha precedido a lo largo de la Historia habitando en todo el mundo, y que lógicamente incluye a nuestros contemporáneos, familiares, amigos, conocidos y vecinos con los que hemos compartido nuestras respectivas vidas. Por no estar canonizados o beatificados por la Iglesia, no tienen reconocida una fecha propia en el calendario litúrgico para celebrar su memoria, frente a los que sí cuentan con ella desde tiempo atrás, como san José, que se celebra el 19 de marzo, o santa Teresa de Jesús, con fiesta el 15 de octubre; o más recientes, como santa Maravillas de Jesús, el 11 de diciembre.

A la legión desconocida de santos anónimos a los que Francisco gusta referirse como los santos «de la puerta de al lado», se les recuerda cada 1º de noviembre con especial solemnidad en la liturgia de la Misa. Las primeras vísperas de esa fecha se rezan al atardecer del día anterior, 31 de octubre, fecha que ahora es celebrada como Halloween, mediante disfraces y jolgorio diverso sin ninguna relación con lo que los cristianos conmemoran.

En la antigüedad la Iglesia transformó templos y fiestas paganas en iglesias y fiestas cristianas, como es el caso de la Basílica romana dedicada a Nuestra Señora de todos los Ángeles y Mártires, que era el Panteón de Agripa, templo pagano dedicado a adorar a las divinidades romanas desde el siglo II. En la actualidad, la apostasía de Occidente, otrora Cristiandad, está impulsando un proceso contrario consistente en paganizar fiestas y tradiciones cristianas, como el carnaval respecto a la Cuaresma y Halloween con la víspera de Todos los Santos.

Satanás, conocido como «la mona de Dios» por querer imitarle –pero no en hacer el bien, sino el mal– inspira a los suyos y también a incautos conscientes o ignorantes, para que interpreten el papel que les asigna en honor del que quiere ser venerado como príncipe de este mundo, siendo desde el principio el «Príncipe de la mentira y homicida».

Son demasiados los que animan a sus hijos a participar de esa fiesta que, sin saberlo, es para vanagloria del maligno. Frente a ellos, afortunadamente cada año más católicos celebran el «Hollywins» («la santidad vence»), disfrazando a los niños de santos canonizados, para así recuperar el verdadero sentido de esta celebración.