El trípode

La Historia «maestra de la vida»: La Constitución de 1978

La experiencia de la Historia como «maestra de la vida» impulsó a los constituyentes a una Transición pacífica

Hasta el 6 de diciembre de 1978, la Historia del Constitucionalismo español no era particularmente brillante, y no por escaso, sino por excesivo. Durante el siglo XIX, España tuvo hasta nueve diferentes Cartas Magnas, que se iban sucediendo en el tiempo al albur del poder constituido de cada momento, fuera este de marcado acento liberal –sinónimo del progresismo por entonces– o conservador. De manera más o menos acentuado, así fue desde la Constitución aprobada por las Cortes de Cádiz de 1812 hasta la de 1876 de la Restauración monárquica, pactada por Cánovas del Castillo con el liberal Sagasta, precisamente para acabar con la sucesión ininterrumpida de Cartas Magnas a un promedio de vigencia de tan solo seis años. En 1868 con la Revolución autodenominada la «Gloriosa» (aunque tuvo poco de ello), se llegó a la cima de la inestabilidad con el derrocamiento de la reina Isabel II, y la elaboración de una nueva Constitución liberal con una monarquía no de la dinastía histórica borbónica, sino electiva por las Cortes. Amadeo I de la Casa de Saboya fue el electo y comenzará su reinado el 2 de enero de 1871 para abdicar el 11 de febrero de 1873. Ese mismo día fue proclamada la Primera República y el caos se adueñó de España y sus Cantones declarándose la guerra cada cual con su vecino. El disparate resultó efímero, cediendo el paso a la Restauración en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, sucedido a su temprano fallecimiento por su hijo póstumo, que reinará como Alfonso XIII. Ya en el siglo XX, el 14 de abril de 1931 significó el final de la Restauración con la llegada de la Segunda República, fracasada como la Primera, pero sangrienta y que terminará con la Guerra Civil de 1936. Tras ella y con el interregno del franquismo, será la Segunda Restauración de la Casa de Borbón, en la persona del nieto de Alfonso XIII, D. Juan Carlos. La experiencia de la Historia como «maestra de la vida» impulsó a los constituyentes a una Transición pacífica, apoyada en la «clase media» generada por el Régimen de Franco y tutelada por el Ejército como poder fáctico en la sombra. Así nacerá votada en referéndum por una abrumadora mayoría del pueblo español, tal día como hoy de hace 45 años, la vigente Constitución.

El ADN de una facción hispana republicana, minoritaria y ruidosa, es dado a los procesos revolucionarios y a la anarquía, y ya parece desear que se haga realidad que «no hay dos, sin tres». Pero con dos sonados e históricos fracasos republicanos ya es más que suficiente.