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La situación

La irrelevancia de Junts

«A Pedro Sánchez ha dejado de preocuparle carecer de mayoría parlamentaria: perder votaciones es la nueva normalidad»

Antes del 23 de julio de 2023, día de las últimas elecciones generales, Carles Puigdemont era un personaje en busca de autor. Deambulaba por Waterloo como alma en pena, ignorado por todos. Su partido no gobernaba en Cataluña; se había desplomado en las elecciones municipales de mayo de ese mismo año, al reducir su número de concejales y perdiendo decenas de alcaldías, incluida la de Barcelona; y era irrelevante para la gobernabilidad de España, porque sus diputados no condicionaban la estabilidad del Gobierno central.

Como en la obra de Pirandello, Puigdemont buscaba un autor que dejase constancia de su existencia, y de que tal existencia tenía algún sentido. Y el prófugo encontró a ese autor: Pedro Sánchez aceptó que los siete escaños de Puigdemont en las elecciones generales fuesen imprescindibles para la investidura y, como consecuencia, entregó al expresidente de la Generalitat –hasta ese día, insignificante e intrascendente– la amnistía y las llaves de La Moncloa.

Ahora, Puigdemont está perdido en el laberinto. Los últimos sondeos en Cataluña auguran un crecimiento exponencial del partido independentista, xenófobo y racista, Aliança Catalana, liderado por Silvia Orriols. Ese crecimiento se produce, en buena medida, a costa de Junts, y Puigdemont ya no sabe cómo frenar esa deriva, que tiende a devolver a su partido y a él mismo hacia la irrelevancia previa a 2023, si no peor.

Desde Waterloo buscan alguna fórmula que ponga a Pedro Sánchez contra las cuerdas, como estaba antes de la investidura, lo que permitió a Puigdemont conseguir la ley de amnistía. Pero a Sánchez ha dejado de preocuparle carecer de mayoría parlamentaria: perder votaciones es la nueva normalidad. Y, si eso no tiene importancia, ¿de qué valen los votos de Junts, o los de Podemos?

Sánchez lleva meses gobernando sin mayoría parlamentaria, y lo seguirá haciendo hasta el día en el que considere que tiene una ventana de oportunidad no para ganar las elecciones –que esa opción parece poco probable, incluso a pesar del entusiasmo de Tezanos–, sino para reunir, otra vez, una mayoría suficiente para ser investido. Y, mientras, Puigdemont no sabe qué hacer. Porque da igual lo que haga.