El canto del cuco

En el lado equivocado de la mesa

No es extraño que el principal impulsor de este acuerdo histórico, Donald Trump, denostado por el sanchismo, manifieste poco aprecio por el dirigente español, con el peligro de que sea España la que pague las consecuencias de esta profunda desavenencia

La presencia de Pedro Sánchez en la firma del acuerdo de paz para Gaza, invitado por Egipto, ha levantado un poco el ánimo del Gobierno y ha evitado el ridículo completo de Albares, empeñado en hacer ver un papel fundamental de España en la consecución de esta paz. Lo que todo el mundo ha visto es que el Gobierno ha estado en el lugar equivocado de la mesa, también en la mesa de la firma. Ha aparecido más cerca de Hamás, el gran derrotado, que de Estados Unidos, Israel y el mundo democrático occidental. Mientras se negociaba la paz en silencio, durante largo tiempo, Sánchez andaba con la flotilla y jaleando las revueltas antiisraelíes en la calle. No es extraño que el principal impulsor de este acuerdo histórico, Donald Trump, denostado por el sanchismo, manifieste poco aprecio por el dirigente español, con el peligro de que sea España la que pague las consecuencias de esta profunda desavenencia.

Los desacuerdos se multiplican. En pocas horas se han sucedido varios: 1. El presidente norteamericano ha llegado a sugerir la expulsión de España de la OTAN por negarse nuestro país a contribuir como todos los aliados a los gastos de Defensa. No va a ocurrir, pero eso revela el malestar del líder norteamericano con el Gobierno de Madrid. 2. Trump ha mostrado su entusiasmo por la concesión del premio Nobel de la Paz a la venezolana Corina Machado, mientras el presidente Sánchez y los miembros de su Gobierno se niegan a felicitarla –¿también el Rey?–, lo que explica la profunda diferencia entre las dos Administraciones en el asunto clave de Venezuela, que lleva camino de convertirse en el pozo negro (no sólo por el petróleo) del socialismo español. 3. El escaso entusiasmo del Gobierno social-comunista por la Fiesta de la Hispanidad, a pesar del discutido vídeo presidencial –¡sin bandera!– para salvar la cara, contrasta vívamente con el hecho de que Trump haya restablecido el «Columbus Day» y haya elogiado expresamente la labor «civilizadora y cristianizadora» de los Reyes Católicos.

El antitrumpismo proporciona a Sánchez cierto crédito en la extrema izquierda y entre la clientela socialista sumisa, pero no parece buen negocio para España. Se nota ya en la pérdida de peso internacional de nuestra diplomacia y en la marginación del presidente Sánchez en los grandes asuntos europeos, como Ucrania. No se trata de hacer a estas alturas el panegírico de Trump, un personaje peculiar, pero parece una temeridad sentarse enfrente colocándose en el lado equivocado de la Historia.