Canela fina

El nudo gordiano

«Los Estados islámicos no quieren vencer a Israel. Pretenden borrarlo del mapa. Los israelíes, cada vez que se sientan amenazados, tirarán de espada»

Era yo un joven veinteañero cuando Manuel Halcón me invitó a una cena en su casa para celebrar el éxito de Manuel Aznar que el año anterior había ganado el Cavia, considerado como el toisón de oro de los premios periodísticos españoles. Durante la sobremesa, el autor de Monólogo de una mujer fría, le preguntó al embajador, al político y, sobre todo, al extraordinario periodista, uno de los diez grandes del siglo XX.

-Manolo, ¿qué solución ves para la situación en Oriente Medio?

-Ninguna. El Oriente Medio es el nudo gordiano del mundo. Cada vez que se agrie la situación, Israel tirará de espada, como Alejandro Magno, y tratará de cortarlo. Diplomáticamente me parece imposible resolver la situación.

He recordado en muchas ocasiones aquella conversación porque durante los numerosos viajes que, como profesional del periodismo, hice al Oriente Medio comprendí las razones de Manuel Aznar.

Donald Trump, sin embargo, ha conseguido la proeza de imponer a los contendientes de la actual crisis un inteligente acuerdo que ha despertado el entusiasmo de poblaciones enteras. Y bien está. Una tregua siempre será mejor que la guerra y la violencia. Pero tengo mis dudas de que el presidente de los Estados Unidos consiga una paz duradera. A Israel no lo quieren vencer, lo quieren borrar del mapa una buena parte de los países islámicos. Por otro lado, los intereses de Jordania, Irak, Irán, el Líbano, Siria, Palestina, Arabia, Yemen, Egipto, Baréin, Qatar, los Emiratos Árabes, son tan contradictorios que tal vez nadie será capaz de desenredar semejante nudo gordiano. Como se sabe, Gordio, rey de Frigia, ató el yugo de su carro con un nudo casi imposible de desatar y profetizó que el que lo consiguiera, gobernaría el Asia entera. Alejandro Magno, incapaz de deshacerlo, tiró de espada. Y de espada seguirá tirando Israel cuando se sienta amenazado.

Termino estas líneas recordando que ese Estado palestino de pretendida creación aspira a que Jerusalén sea su capital. Y, claro, se me viene a la memoria la oración que los judíos de la diáspora han rezado durante siglos: «Ay Jerusalén, Jerusalén, si me olvidara de ti quede a olvido mi mano derecha. Ay Jerusalén, Jerusalén, si me olvidara de ti quede mi lengua pegada al paladar».