Tribuna
León XIV: el Papa de la unidad
El papado de León XIV tiene el potencial de dejar una huella imborrable en la historia de la Iglesia y del mundo
Con la elección de León XIV, la Iglesia Católica inicia un nuevo capítulo en su rica historia universal, esta vez en el marco un mundo globalizado y fragmentado, armado hasta los tuétanos y que pide a gritos reconciliación y paz.
A León XIV, de formación matemática, espiritualidad agustiniana y corazón social como León XIII, de quien toma el nombre, se le brinda desde ahora la oportunidad de seguir los pasos de sus predecesores y dejar una huella indeleble en la humanidad. Si Francisco, puede ser llamado el Papa de la misericordia; Benedicto XVI, el Papa de la razón; Juan Pablo II, el Papa de la solidaridad; León XIV podría pasar a la historia como el papa de la Unidad. Su liderazgo mundial pondría un renovado compromiso hacia un cristianismo más unido y una humanidad más pacífica, que nos guíe hacia un futuro «desarmado por el amor de Dios», como nos ha dicho en su emocionante saludo inicial.
La realidad actual nos presenta desafíos que requieren un fuerte espíritu de unidad. Y León XIV es un verdadero experto en ello. Su lema episcopal, «en Él somos uno» (In Illo uno unum»), invitándonos a la unión espiritual en Cristo, lo confirma. La polarización política, la intolerancia y persecución religiosas y las injusticias sociales reclaman un papa como León XIV, quien de seguro fomentará un diálogo social constructivo en el mundo que promueva la unidad. La voz de León XIV resonará con firmeza en toda la Tierra, llamando a los líderes políticos a la reconciliación y al entendimiento mutuo, recordando a los católicos que la fe cristiana es un vínculo amoroso con Cristo que trasciende las diferencias. León XIV tiene muy claro que una humanidad no construida desde la unidad y la paz corre el riesgo de autodestruirse. Así lo vio también su antecesor León XIII.
El pontificado misionero de León XIV inspira a todos los católicos a mirar más allá de las divisiones internas y a enfocarse en lo que realmente une a la Iglesia: el amor de un Dios encarnado que nos ha amado en extremo hasta la muerte en la cruz. La unidad no significa homogeneidad; al contrario, debe celebrarse la riqueza de la diversidad dentro de la Iglesia católica.
La búsqueda de la unidad, no solo entre los católicos, sino entre los cristianos, es otra tarea primordial y pendiente para León XIV. La división entre las diferentes denominaciones ha sido una de las realidades más persistentes en la historia de la Iglesia. Sin embargo, León XIV nos ha dejado claro que continuará la construcción de ese gran puente iniciado por sus predecesores que conecte a católicos, ortodoxos y protestantes, y trabajará sin descanso en la labor misionera compartida de encarnar el Evangelio. Estoy convencido de que este esfuerzo ecuménico será una práctica diaria del papa León XIV.
Pero la unidad no se limita a la comunidad cristiana. En un mundo donde la intolerancia y el extremismo parecen crecer, León XIV ha de erigirse, y lo conseguirá, en un gran defensor del diálogo interreligioso. Siguiendo a sus predecesores, su liderazgo alentará encuentros con líderes de otras tradiciones religiosas, creando un espacio donde se compartan valores fundamentales como la paz, la compasión, la misericordia, la apertura a la trascendencia, el respeto y la búsqueda de la verdad. El diálogo interreligioso no solo ha de promover la unidad entre las religiones, sino que también ha de permitir abordar conjuntamente problemas globales que requieren una respuesta colectiva. La colaboración interreligiosa es clave para enfrentar desafíos como la erradicación de la pobreza extrema, el desarme, las crisis migratorias y la degradación ambiental.
León XIV nos ha dejado también claro que será un defensor incansable de la paz. Promover el desarme, la resolución pacífica de conflictos y la justicia social serán pilares fundamentales de su papado, como ha insinuado en sus primeras palabras al mundo. Al abogar por un mundo sin guerras y donde la pobreza y la desigualdad sean erradicadas, el nuevo Papa puede convertirse en un símbolo de esperanza para millones de hombres de buena voluntad, creyentes y no creyentes. Su primer mensaje nos ha inspirado a trabajar juntos por un mundo más justo y equitativo en el que los principios sociales cristianos juegan un papel importante.
En plena continuidad con Francisco, y con un toque agustiniano que nos recuerda la importancia de la ciudad de Dios, el papado de León XIV tiene el potencial de dejar una huella imborrable en la historia de la Iglesia y del mundo. Como papa de la unidad, León XIV trabajará sin descanso por un futuro donde la paz, la justicia y el amor prevalezcan. La humanidad espera ansiosa su respuesta a este desafío monumental de su pontificado, y beneficiarse profundamente de su liderazgo en la búsqueda de una sociedad más unida y en paz. Sin duda, los cardenales han acertado en la elección de este cardenal culto y misionero, tímido y cercano, a quien a partir de ahora llamamos León XIV. Una vez más, el Espíritu Santo ha hecho una de las suyas. Y no solo porque nos haya puesto a un matemático al frente de la Iglesia en la era de la inteligencia artificial.
Rafael Domingo Oslé es catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Navarra y acaba de publicar El sentido del cristianismo