
Sin Perdón
El mal rollo en el Gobierno
«Yolanda y sus escuderos sindicales se deberían fijar como objetivo que los días de descanso superen a los de trabajo»
Es divertido constatar que la vicepresidenta y ministra de Trabajo, la incombustible Yolanda Díaz, considera que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, es una mala persona. Es cierto que parece que este último sea una especie de alienígena que está en un Gobierno tan extraño como pintoresco. En circunstancias normales, sería un buen director general, pero la mediocridad exasperante del erial sanchista explica que deslumbre a otros ministros poco avezados en la materia. Le beneficia su condición de técnico comercial o economista del Estado, creo que ahora les gusta más esta segunda denominación que encaja a la perfección, también, con la concepción estatista e intervencionista de los economistas de izquierdas. El mundo de Yolanda Díaz es bastante simple, porque lo divide en buenos y malos. Los primeros son los que siguen sus directrices, como los apesebrados sindicatos, y los malos son los que discrepan de sus ideas. Cuerpo ha heredado, según se puede comprobar, los celos y la enemistad que la vicepresidenta sentía por Calviño. A Díaz y sus compadres sindicales, Pepe Álvarez y Unai Sordo, no les interesa la economía real sino la subvencionada, porque viven muy bien a costa de los Presupuestos del Estado.
Me parece excéntrico que una ministra califique de mala persona a un compañero de gabinete que, según me cuentan, es, precisamente, una buena persona. No lo conozco y solo me puedo remitir a opiniones de compañeros suyos. No creo que le importe demasiado, además, el comentario de una líder que no se sabe muy bien qué lidera y que cosecha derrota tras derrota con una perseverancia encomiable. Hasta ahora sabíamos que el mal rollo en el Gobierno había sido en los tiempos de Iglesias y sus seguidoras, pero es un estilo que marca la continuidad entre Podemos y Sumar. La propuesta de Yolanda Díaz es un auténtico despropósito, pero muy coherente con el populismo que caracteriza al comunismo y a los sindicatos. Hay que trabajar poco. No me extraña, porque es lo que hacen los liberados sindicales, aunque conozco excepciones. La han convertido en una profesión muy envidiada. Es una fiesta que pagan y pagarán las empresas y los Presupuestos del Estado. Yolanda y sus escuderos sindicales se deberían fijar como objetivo que los días de descanso superen a los de trabajo.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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