Aunque moleste
La mancha de la toga
El presidente del alto tribunal ya sabe que su gestión está siendo auscultada
El Gobierno de Pedro Sánchez es débil porque no tiene mayoría parlamentaria ni socios fiables. Pero Sánchez sabe que en la medida en que esté Pumpido en el TC toda su gestión acabará siendo finalmente aprobada. Es su fortaleza. El Tribunal Constitucional dará el visto bueno a cuanto sea imprescindible para la supervivencia del sanchismo. Y Pumpido hará cuanto Sánchez le pida para que el gobierno perdure. A eso se refería el presidente del TC cuando mencionó, en tiempos de Zapatero, la famosa frase que a la perfección le define: «Hay que mancharse las togas con el polvo del camino». No podía haber elegido mejor descripción. «Mancharse» es «mancharse», perder el honor. Mancharse la toga es ensuciarla de polvo, y ya sabemos que el polvo produce barro. El barro embarra y es igual al fango que enfanga. Ergo el principal aliado de Sánchez para su supervivencia es todo un magistrado enfangado, según sus propias palabras. O sea, pringado y enlodado. Lo contrario a la limpieza que siempre pensamos debería sobresalir en la Justicia. De no ser así, es porque la Justicia no es justa, sino un instrumento al servicio del poder político, como sucede de manera obscena en Venezuela. ¿Es ese el modelo que queremos para España? Sabemos que la perfección total es imposible, pero al menos hay que luchar por conseguirla. Y en los Tribunales, limpieza equivale a profesionalidad y neutralidad, y lo manchado es su opuesto: partidismo y sectarismo.
Por fortuna parece que el exministro Juan Carlos Campo no está dispuesto a mancharse la toga como Pumpido. O, al menos, no de manera tan descarada. Campo fue tremendamente duro con la amnistía al procés y hace bien en autoexcluirse de las deliberaciones del TC al respecto. De la misma manera habría de proceder Laura Díez, socialista ex colaboradora de Félix Bolaños en el Ministerio de la Presidencia. Pero Díez no lo hará. Pesa más en ella el partidismo que el constitucionalismo. Ni Campo ni Díez deberían haber sido nombrados vocales del TC. Tampoco Pumpido, cuya militancia reconocida es contraria a la independencia que exigimos los ciudadanos al TC, un tribunal que se ha erigido en cúspide del Poder Judicial, retorciendo claramente sus funciones. De manera prevaricadora, según algunos juristas. Resolver por la vía de los hechos, a sabiendas, asuntos que no son de su competencia, es una prevaricación de libro, según tales juristas. Máxime cuando quien lo hace está en la cúspide y ya no hay ningún otro tribunal al que se pueda recurrir. Podría instarse a las instituciones europeas, pero no está claro que pudieran ser competentes, por lo que quizás sólo quede la salida emprendida ayer por Iustitia Europa, al querellarse contra el presidente del TC por presunta prevaricación en la tramitación de los recursos contra la amnistía. Pumpido quiere intervenir como ponente, pese a haber sido recusado por el PP, en la resolución de la abstención de Juan Carlos Campo en los recursos sobre la amnistía. Puede que la querella no vaya a ninguna parte, pero el presidente del alto tribunal ya sabe que su gestión está siendo auscultada. En democracia no debería haber espacios de impunidad para nadie. Ni para el presidente del TC ni para el propio tribunal.
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