Y volvieron cantando

Más sanchistas que Sánchez

Solo falta reír o llorar en tormo al líder al más puro estilo norcoreano

El retiro «reflexivo» de cinco días llevado a cabo por el presidente Sánchez ha dado para mucho. No solo desde el punto de vista del buen encaje táctico mirando a la feligresía su propia parroquia izquierdista, reflejado en el resultado de los comicios catalanes y en unas expectativas demoscópicas que mejoran de cara a las elecciones europeas, sino en lo que ya se percibe como una actitud de auténtica «puesta de pilas» en su entorno más cercano, tanto en el partido socialista como en el Gobierno, a la hora de defender a pecho descubierto la figura del jefe del Ejecutivo y cerrar filas –tras algunos reproches de Sánchez a su núcleo duro previos a la «espantada reflexiva»– contra todo lo relativo a las informaciones relacionadas con la esposa del presidente del Gobierno. Pero ocurre como en muchas ocasiones que es tanto el fervor resultante de los toques a rebato y tan desproporcionadas las ganas de agradar al líder, que más de uno, sobre todo entre destacados miembros del Gobierno sentados en el Consejo de ministros acaba pasándose de frenada, tal vez sorprendiendo incluso al propio Sánchez ante tanta entrega.

El ministro de Transportes llegaba a Madrid para asumir una cartera clave del Gobierno, de esas –y que le pregunten a su antecesor José Blanco– que requieren de una dedicación constante, pero Óscar Puente, ni estaba ni se le esperaba en la desastrosa inauguración de los nuevos tramos en el AVE gallego, porque estaba más ocupado en hacer gracietas cítricas en mano a la presidenta madrileña Díaz Ayuso amante de fruta, por no hablar de su particular concepto de la diplomacia australopiteca esgrimida con el asunto Milei allá donde quieren oírle. También hemos contemplado a toda una vicepresidenta soflamar a los cuatro vientos que actos luctuosos como el atentado contra el presidente eslovaco se corresponden con el llamamiento a la violencia política ejercida, según Teresa Rivera, por el Partido Popular, declaración que no recibió por parte del presidente afeamiento alguno, aunque para ser exactos tampoco fue objeto de aplauso, lo cual no deja de resultar indicativo. El ministro de Exteriores también se ha sumado a la competición por ver quién la profiere más gorda y ya resulta difícil distinguir entre su condición de canciller o la de dóberman parlamentario. Solo falta reír o llorar en tormo al líder al más puro estilo norcoreano.