Insensateces

Modales

Basta ya de garrulos en los campos yendo a desfogarse como si aquello fuera su diván particular

Saben mis fieles lectores (uno o ninguno) que servidora es más del Atleti que el oso del escudo. Y que, por ende, los vecinos me resultan extraordinariamente complicados de tragar sin tener al lado un agua de litro y medio. Durante años, ha militado en sus filas un jugador sevillano llamado Sergio Ramos, aquel héroe que les dio en Lisboa una Champions fuera de tiempo. Suya es y no hay mucho más que objetar. De esta parte se sabe perder y también ganar, que es mucho más complicado para los comportamientos de lo que pudiera parecer en principio. Bien, el caso es que el muchacho ha vuelto a su casa, al Sevilla, y lo ha hecho en momentos complicados para él y para su equipo. No seré yo la que, a pesar de la enemistad manifiesta entre las aficiones de mi grada y la de los sevillistas, vaya a alegrarme de las penas de sus socios y simpatizantes. Yo ya me he visto ahí y no es agradable, la verdad.

Lleva una muy mala racha el Sevilla, en el césped y en el palco, y esa tensión se transmite. Tanto que, el otro día, Sergio Ramos fue increpado durante una entrevista que concedía a una televisión al final del partido del pasado jueves contra el Athletic de Bilbao. Y miren, no hay derecho. No hay derecho a que sea el increpado el que tenga que tirar de educación antes de responder a un cabestro maleducado, malhablado, seguramente frustrado y con una vida de mierda que le alcanza únicamente para insultar a sabiendas de que no va a tener respuesta nunca. Todas las personas cuyo trabajo es público o de cara al público, saben de la dificultad de aguantar todos los días a esos amargados y amargadas que te piden cuenta de tu trabajo como si fueran tu amo, como si hubiera vuelto la esclavitud o como si no tuvieran que ser atendidos, sino servidos. Así que, bastante educado fue Sergio Ramos con ese tipo parapetado tras la grada que vociferaba cualquier cosa.

Basta ya de garrulos en los campos yendo a desfogarse como si aquello fuera su diván particular. Midan su lenguaje, sus maneras; fíjense que hay niños cerca; dejen tranquilas a las mujeres de los jugadores y a las madres de los árbitros. Basta.