
Opinión
No te mueras en Madrid
Me gustan los funerales y los cementerios, me resultan encantadores parques, llenos de belleza, equilibrio y serenidad contemplativos
La muerte es la más firme de todas las evidencias, parte fundamental del ciclo biológico, y rebelarse contra la madre naturaleza es necedad, tenemos que aceptarla, es más, abrazarla con gozo. Incluso podría ser un verdadero festival, la gran kermesse en compañía de nuestros allegados… Si hay dinero, por supuesto.
Primero el féretro, la estrella y protagonista con el permiso del occiso: unos 1.200 € los baratos, aunque hay ataúdes que podrían estar en el Salón del Mobile de Milán. Maderas nobles, tapicerías, herrajes cromados...
Después el tanatorio, el más conocido aquí, es el de la M-30, con su legendaria cafetería 24 horas. Allí puedes pedir un whisky a las cuatro de la madrugada o una milanesa con patatas mientras suena Suspiros de España. Es, en realidad, el after más honesto de la ciudad: nadie finge estar vivo del todo y muchos aseguran que se liga, no precisamente con la muerte.
Los ricos van a La Paz, en Alcobendas: 42 salas, jardín zen y flores por catálogo. Se despidieron allí Adolfo Suárez, Lola Flores y medio quién-es-quién del país. Los más modestos acuden a los municipales del Sur o Villaverde, sin lujo, pero dignos.
La capilla ardiente —esa sala donde se vela el cuerpo entre flores y Kleenex puede llegar a 500 €. La tanatopraxia, el aseo mortuorio que deja guapo al difunto, ronda los 200 €. Se lava, se peina, se maquilla, cerrado de ojos y boca, se sellan los orificios. Quedas tan estupendo que dan ganas de ir.
Mi asesora: ¿y no te interesaría un seguro de decesos? A tu edad sale baratísimo.
_Ah sí??
Sandra: Sale estupendo y te lo incluye todo.
_Pagaría lo que fuera por morir dignamente. No quiero acabar en un hospital, ni que venga la funeraria a recogerme con guantes y a llevarme al frigorífico en una bolsa de la tintorería....
Sandra: A ti te pega un arcón, Carlita, en vez de caja, que son más anchos y señoriales.
_Luego hacen más delgada...
Sandra: Tienen doble apertura y van forrados en terciopelo.
_Adoro el terciopelo y eso me precipita a morir en otoño, mi estación favorita. Apunta en rosa.
Sandra: Te incluye dos coronas de flores.
_Tendrás que traerme el catálogo, Sandra, que no me vale cualquier cosa. En cuanto al estilismo, quiero un buen traje, sandalias de tacón, manicura y pedicura... quiero morir con pelo cardado como Aretha Franklin.
Sandra: Eso no será un problema...
_Si es necesario me muero una horita antes.
Sandra: Y ya sólo nos falta conducir el cuerpo y la incineración...Puedes comprar un panteón o una coqueta lápida.
_¿Comprar dices..puff...? Te garantizo que el que me gusta no puedo pagarlo...
Y es que todo se encarece cuando el cuerpo ya no quiere. Tal vez deberíamos invertir antes, mientras respira, en mantenerlo vivo. Hoy la medicina preventiva permite anticiparse a lo que solía pillarnos por sorpresa: infartos, tumores, fallos metabólicos, el colapso lento del organismo. La llamada medicina de la longevidad, esa que estudia biomarcadores, inflamaciones y genética, se ha propuesto alargar no solo nuestros años sino la vitalidad. En clínicas como Longevytum, en Madrid, analizan el cuerpo como si fuera un edificio que hay que conservar: revisan los cimientos, sellan las grietas y evitan que se nos caiga el tejado antes de tiempo. Es la nueva obsesión de los que pueden, la vida eterna o la medicina que podría mantenernos lejos del funesto dilema: entierro o cremación.
Me gustan los funerales y los cementerios, me resultan encantadores parques, llenos de belleza, equilibrio y serenidad contemplativos, la de veces que he paseado felizmente por allí; a mis hijos los llevaba a merendar, como otras al parque de bolas. Lejos de los ruidosos parques de los vivos, en el cementerio jamás se siente una amenazada por las pelotas que ruedan ni los frisbis que vuelan en todas direcciones, jamás tendrá que protegerse de las erráticas bicicletas manejadas por individuos aún más confusos, ni de los patinetes, patines o triciclos, ni se chocará con un sudoroso runner, por muy grande que sea.
El cementerio de La Almudena es una ciudad dentro de la ciudad, con su propio callejero, sus barrios y su desigualdad inmobiliaria. Allí Pío Baroja, Vicente Aleixandre, Alfredo Di Stéfano, Lola Flores y, a unos metros, “el Pescaílla”, Tony Leblanc, Sara Montiel, Estrellita Castro, Miguel Delibes, Gregorio Marañón y José Luis López Vázquez. Es el Hollywood castizo del más allá, con cipreses en lugar de alfombra roja. Un nicho en La Almudena, con concesión a 75 años, cuesta casi 3.000 €; un columbario, 1.000 €. Si compras por 10 o 30 años es más barato, pero tiene fecha de caducidad: incluso muerto, podrías ser desahuciado.
En el camposanto, las refriegas y quejidos de los niños (y de sus padres), no nos sacarán a empellones de nuestras ensoñaciones; los pocos menores que encontremos, descansan el sueño eterno acostaditos en simpáticos nichos adornados con sus fotos y grabados con retóricas interpelaciones, como cariñosas y poéticas regañinas: “¿Por qué tan pronto, hija mía?”
El de San Isidro es el retiro de la aristocracia literaria difunta: Moratín, Echegaray y Ortega y Gasset comparten vecindario con duquesas, banqueros y mármoles que rezuman privilegio. Allí cada ángel tiene cara de antepasado que todavía manda.
Los panteones son otro nivel: hay que adquirir parcela, proyecto de arquitecto, licencia y mármol. Coste total: entre 30.000 y 200.000 € según la ambición estética. No pagan IBI, pero sí mantenimiento. Son los chalets de la eternidad: exclusividad, historia y vecinos vip.
La cremación, en cambio, es sostenible: ≈500 € y ya estaría. Más del 55 % de los madrileños la elige por precio, eso sí, hay que esperar mínimo 24 h antes de incinerar, por ley. Dicen que es una garantía sanitaria, nunca se sabe....
Si no tienes familia ni recursos, entierro de beneficencia. Y luego la desaparición más cool: donar el cuerpo a la ciencia, basta con llamar a la Complutense o la Autónoma, que asumen traslado y cremación. Una opción altruista y elegante ¡economía circular!.
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